Allá por el 96, casi en otra vida, cuando (mal)vivíamos en Sheffield dando clases en la universidad, dos buenos amigos uruguayos, Laura Musto y el escritor Pablo Casacuberta, regresaron de sus vacaciones australes con un pequeño regalo: una antología de la poesía uruguaya contemporánea. El responsable de aquella muestra se llamaba –y se llama– Amir Hamed, aunque ahora no recuerdo el nombre de la editorial donde vio la luz (supongo, por cierto, que es la misma antología que Hamed ha reeditado hace pocos meses con el nombre de Orientales. Uruguay a través de su poesía). Sí recuerdo que era un tomo pequeño, impreso algo pobremente, y en el que me alegró encontrar, a modo de confirmación o prueba del nueve, dos admirados nombres familiares: Eduardo Milán y Rafael Courtoisie.
Aparte de ellos, de aquel volumen me impresionó en especial una poeta, entonces para mí desconocida, de sugestivo nombre y aun más sugestiva obra: Circe Maia. Se incluían ahí, no sé, doce o catorce piezas breves, poemas que contrastaban abiertamente con el resto del libro y que sentí de inmediato muy cercanos: un tono reticente y a la vez cordial, la herencia del simbolismo tamizada por la lección de la oralidad y los ritmos conversacionales, frescura y elegancia, interés por el mundo natural y el tiempo secreto de las cosas, Vermeer y Morandi, el misterio de los arrabales y de la penumbra doméstica pero también el esplendor laborioso de las estaciones. Para entendernos, como si la cordialidad y la «palabra en el tiempo» de su maestro Antonio Machado se hubieran aliado con la precisión y el detallismo sensoriales de un Jorge Guillén.
Años más tarde, en el otoño de 2001, ya de vuelta en Gijón, tuve la idea de preparar una amplia selección de sus poemas para el lector español. No sé bien cómo, pero conseguí sus señas postales y le escribí una carta explicando mi proyecto. Ella respondió muy amablemente y me envió algunos de sus libros. Incluso llegamos a hablar por teléfono, una comunicación trasatlántica que recuerdo llena de timidez y vacilaciones por ambas partes. Y puse manos a la obra.
Apenas una semana después me llegó una oferta para trabajar en una revista madrileña. Acepté. Y, como diría Antonio Gamoneda en uno de sus blues, «ya nunca tuve paz». Cayó la vida sobre mí y no sé cuántos proyectos, incluido el de la antología de Circe Maia, quedaron aparcados sine die y metidos en cajones. Estos últimos cuatro o cinco años han supuesto, entre otras cosas, la posibilidad de abrir viejas carpetas y retomar los trabajos de aquel tiempo: trabajos que quedaron interrumpidos o que ni siquiera tuve la oportunidad de empezar. Mal que bien, los hilos que entonces se rompieron vuelven a tensarse, borrando aquel breve paréntesis de nervio y desánimo.
La buena fortuna ha querido que Circe Maia me haya vuelto a recibir, casi diez años después, sin quejas ni reproches. La indulgencia paciente que transpira su escritura es también un rasgo central de la persona. Desde luego, ha sido una buena década para ella: en 2007 publicó su Obra reunida, libro que volvió a reeditarse en 2010 y con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía de Uruguay. Mantiene en la red una cuidada página personal. Y tanto en Inglaterra como en Estados Unidos se han publicado traducciones de su obra. Tiene lógica, porque su poesía, con esa atención que muestra hacia el mundo físico (plantas, animales, los accidentes naturales), su énfasis en la percepción sensorial y su curiosidad por los objetos cotidianos, guarda cierto parentesco con la tradición anglosajona; yo la veo como una prima lejana de Charles Tomlinson, más suelta y espontánea, menos cerebral quizá, pero igualmente fascinada por las incesantes idas y venidas del mundo, sus diligentes metamorfosis. Lúcidos y atentos, ambos han comprendido que, en todos los órdenes (la poesía, el amor o la naturaleza), lo superficial es muchas veces lo más profundo.
Aparte de ellos, de aquel volumen me impresionó en especial una poeta, entonces para mí desconocida, de sugestivo nombre y aun más sugestiva obra: Circe Maia. Se incluían ahí, no sé, doce o catorce piezas breves, poemas que contrastaban abiertamente con el resto del libro y que sentí de inmediato muy cercanos: un tono reticente y a la vez cordial, la herencia del simbolismo tamizada por la lección de la oralidad y los ritmos conversacionales, frescura y elegancia, interés por el mundo natural y el tiempo secreto de las cosas, Vermeer y Morandi, el misterio de los arrabales y de la penumbra doméstica pero también el esplendor laborioso de las estaciones. Para entendernos, como si la cordialidad y la «palabra en el tiempo» de su maestro Antonio Machado se hubieran aliado con la precisión y el detallismo sensoriales de un Jorge Guillén.
Años más tarde, en el otoño de 2001, ya de vuelta en Gijón, tuve la idea de preparar una amplia selección de sus poemas para el lector español. No sé bien cómo, pero conseguí sus señas postales y le escribí una carta explicando mi proyecto. Ella respondió muy amablemente y me envió algunos de sus libros. Incluso llegamos a hablar por teléfono, una comunicación trasatlántica que recuerdo llena de timidez y vacilaciones por ambas partes. Y puse manos a la obra.
Apenas una semana después me llegó una oferta para trabajar en una revista madrileña. Acepté. Y, como diría Antonio Gamoneda en uno de sus blues, «ya nunca tuve paz». Cayó la vida sobre mí y no sé cuántos proyectos, incluido el de la antología de Circe Maia, quedaron aparcados sine die y metidos en cajones. Estos últimos cuatro o cinco años han supuesto, entre otras cosas, la posibilidad de abrir viejas carpetas y retomar los trabajos de aquel tiempo: trabajos que quedaron interrumpidos o que ni siquiera tuve la oportunidad de empezar. Mal que bien, los hilos que entonces se rompieron vuelven a tensarse, borrando aquel breve paréntesis de nervio y desánimo.
La buena fortuna ha querido que Circe Maia me haya vuelto a recibir, casi diez años después, sin quejas ni reproches. La indulgencia paciente que transpira su escritura es también un rasgo central de la persona. Desde luego, ha sido una buena década para ella: en 2007 publicó su Obra reunida, libro que volvió a reeditarse en 2010 y con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía de Uruguay. Mantiene en la red una cuidada página personal. Y tanto en Inglaterra como en Estados Unidos se han publicado traducciones de su obra. Tiene lógica, porque su poesía, con esa atención que muestra hacia el mundo físico (plantas, animales, los accidentes naturales), su énfasis en la percepción sensorial y su curiosidad por los objetos cotidianos, guarda cierto parentesco con la tradición anglosajona; yo la veo como una prima lejana de Charles Tomlinson, más suelta y espontánea, menos cerebral quizá, pero igualmente fascinada por las incesantes idas y venidas del mundo, sus diligentes metamorfosis. Lúcidos y atentos, ambos han comprendido que, en todos los órdenes (la poesía, el amor o la naturaleza), lo superficial es muchas veces lo más profundo.
Aún así, Circe Maia sigue siendo, a mi juicio, una autora infravalorada y escasamente conocida en el ámbito hispanohablante. Fuera de Uruguay y de Argentina, no se le ha dado el trato que merece, quizá por la aparente modestia de su dicción, su falta de solemnidad, su rechazo de la pompa retórica y el exhibicionismo técnico. También porque la modernidad de su propuesta es tan sutil como discreta, capaz de pasar desapercibida en un primer momento.
Copio seguidamente, a modo de adelanto, uno de los poemas suyos que más prefiero, «El medio transparente». Y cuelgo en Las razones del aviador, con permiso de mi buen amigo y compañero José María Castrillón, una breve secuencia, «Poemas de Caraguatá», que es un poco un compendio de las potencias y virtudes de su escritura. Por algún sitio hay que empezar. Y lo importante es que esta obra, hecha con laboriosa reserva durante años, vaya encontrando nuevos lectores, nuevas rutas de difusión.
Circe Maia
EL MEDIO TRANSPARENTE
Lo mejor sería no pensar demasiado
en ellas, las palabras. Ellas vienen
así o de otro modo y no es tan importante.
Vidrios, ventanas son y habría que limpiarlas
con cuidado, por eso. No pintarlas
–¿qué verías detrás?– y no adornarlas.
Por mirar el adorno en la ventana
no miraste hacia fuera.
El más breve vistazo
hubiera sido al menos suficiente
para mirar la luz del otro lado.
Sí, esa luz de afuera
sobre un rostro que pasa.
Lo mejor sería no pensar demasiado
en ellas, las palabras. Ellas vienen
así o de otro modo y no es tan importante.
Vidrios, ventanas son y habría que limpiarlas
con cuidado, por eso. No pintarlas
–¿qué verías detrás?– y no adornarlas.
Por mirar el adorno en la ventana
no miraste hacia fuera.
El más breve vistazo
hubiera sido al menos suficiente
para mirar la luz del otro lado.
Sí, esa luz de afuera
sobre un rostro que pasa.
17 comentarios:
Jordi, ella es una de las mejores poetas uruguayas con vida, sin dudarlo. Poesía de gran altura y gran profundidad. Ojalá concretes tu proyecto y puedas darle difusión en España. Se lo merece. Aquí en Uruguay no hay mucha disputa respecto de su calidad de poeta y de persona. Saludos.
Me alegra mucho saberlo. Gracias por los ánimos, Germán. Un saludo, J12
Qué bueno que se te haya ocurrido hablar de Circe Maia. No sólo es una de las mejores poetas uruguayas, sino una de las mejores de Latinoamérica. Además, un dato poco conocido, es una muy buena traductora tanto de Shakespeare como de William Carlos Williams. Hace algunos años el Diario de Poesía, de Argenitna, le dedicó un dossier que vale la pena conseguir. Y ya que hiciste el gasto, te recomiendo la lectura de Juana Bignozzi, sin duda la mejor poeta argentina viva.
Qué bueno que estemos de acuerdo, Jorge. No me sorprende ver esta unanimidad de juicio entre los lectores del otro lado del mar, pero aquí en España la poesía de Circe, me temo, es una ilustre desconocida. Ya estoy trabajando para que eso empiece a cambiar, al menos.
Buscaré sin falta la poesía de Juana Bignozzi. Gracias por el aviso. Un abrazo, J12
Gracias, Jordi, por traérnosla aquí. No la conocía. A partir de ahora, a recuperar el tiempo perdido. Un abrazo.
Jordi, ya que estás con la poesía uruguaya, y de mujeres, échale un vistazo a la obra de Ida Vitale. Ha publicado en España (en Pretexto), y tengo idea de que te gustará su obra: cuestión de afinidades. Sls.
Gracias por el guiño, Germán. Conozco bien la obra de Ida, y tuve la fortuna y el privilegio de saludarla personalmente hace años, en Madrid. Tenemos buenos amigos comunes. Su último libro lo ha publicado Pre-textos, pero tiene otro anterior en Tusquets. Para mí es uno de los nombres fundamentales. Un abrazo, J12
Me encanta el poema. La pregunta, es representativo de su poesía.
La simplicidad de tema y forma, aparente por supuesto, debe ser fruto de un trabajo de depuración muy intenso.
Resulta curioso ese trato con las palabras y la parquedad de las metáforas: ventana, pintura, rostro.
Un saludo
Carles Folch
Sí me parece representativo, Carles. De todos modos, tienes más muestras en su página web y también en el blog "Las razones del aviador": ahí verás, en efecto, que ese trabajo de depuración es uno de los rasgos principales de su escritura--y lo que le confiere ese aspecto de aparente y engañosa sencillez... Un abrazo, j12
Buena enseñanza. Me he pasado por su página y es una maravilla.
Es un placer sutil quedar atrapado en la redes de Circe, en su ma(g)ia verbal tan cercana y la vez profunda. Gracias por pista tan valiosa, Jordi.
Hombre, si conoces mejor la poesía uruguaya tú que yo. Sls.
¡Menos cachondeo, Germán! Ahora en serio, no dejes de recomendarme nombres, siempre me gusta investigar... Un abrazo, J12
Gracias a vosotros por vuestra lectura, A. y Alfredo. Siempre es un placer teneros por aquí. Un abrazo, J12
Así es, Diario de Poesía le dedicó un número a Circe Maia. También a Marosa de Giorgio, de Uruguay pero prefiero a la primera. Publiqué a Juana Bignozzi en mi blog.
Te saluda y siempre te visita, Pedro
En encuentros literarios en Montevideo con Lil B Chouhy en donde leemos y comentamos lo leido, en este momentos estamos con Circe Maia y tenemos planeado ir a Tacuarembo a "encontrarnos" con ella. Va a ser una experiencia fantastica. A la vuelta de esta experiencia les cuento. Jose G. Terra
Uma amiga trouxe do Uruguai para mim seu livro Dualidades. Não a conhecia, e praticamente ninguém a conhece no Brasil. Uma felicíssima descoberta. Uma imensa poeta!
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