Ha pasado una semana desde la concesión del Premio Cervantes a Antonio Gamoneda, y las voces de los maledicentes se han apagado tan rápido como surgieron. Tal vez vuelvan a prender el próximo mes de abril, cuando Antonio vuelva a Madrid para dar su discurso. Fuegos fatuos que nada pueden contra la hoguera verdadera de la palabra poética. Si hay un premio merecido, ése es el que se le acaba de conceder a Antonio Gamoneda. No hay discusión. Y los que hemos visto a lo largo de los últimos casi veinte años (en mi caso, unos diecisiete) cómo esta obra ha ido creciendo en la estimación de los lectores y los críticos, no podemos sino congratularnos.
He vuelto a colgar la portada del número de octubre de Quimera, para recordar el dossier que se le dedicó entonces y en el que se incluye una versión muy editada del coloquio que unos cuantos poetas mantuvimos con Antonio el pasado mes de julio. El número ya no está en librerías, pero, si estáis interesados en conseguir un ejemplar, podéis escribir a quimerarevista@gmail.com para adquirir uno.
Más cosas. El Círculo de Bellas Artes de Madrid ha creado un página donde pueden escucharse en formato QuickTime una selección de las lecturas y conferencias que han hospedado este último trimestre. Entre ellas, la lectura conjunta de Jorge Riechmann y Antonio Gamoneda que tuvo lugar a mediados del pasado mes de octubre. Si quéreis escuchar la voz del maestro, pinchad aquí.
Por último, cuelgo el breve artículo sobre Gamoneda que vio la luz hace una semana en el periódico asturiano La Voz de Asturias, y que es una versión muy abreviada y corregida del texto que abría el dossier de Quimera. Una pequeña trampa a la que me vi obligado por la urgencia y la falta de tiempo. Creo, con todo, que estas pocas líneas resumen bastante bien mis sentimientos acerca de la obra de Antonio. Una vez más, enhorabuena.
Claridad sin descanso
Hablar de Antonio Gamoneda es hablar de poesía en su sentido más alto y riguroso. No de otro modo cabe definir la intensidad creciente con que Gamoneda ha ido afilando su escritura, reiterando preguntas que no esperan respuesta y buscando un lenguaje capaz de dar testimonio de los bordes mismos de la existencia. Así el valor de esta escritura: saber que somos palabras, lenguaje, una espiral de signos que al girar dibuja nuestro rostro inestable; y saber, a la vez, que estamos limitados (definidos) por la nada, que nuestra vida es un trayecto hacia la muerte y no se comprende sin ella.
Entre estos dos polos irreconciliables se mueve una poesía que no ha querido negar lo evidente. Si en las primeras páginas de Esta luz, su poesía completa, Gamoneda afirma: "Acaso entre tu mirada / y mi voz los muertos vibran", en uno de los exentos finales se esconde la lógica mortal de una imagen que tiene mucho de estación de término: "Las serpientes se desnudan en la luz y las madres silban en el oído de los agonizantes."
Esa lógica mortal nos aboca una y otra vez a preguntas cuya pureza se ha ido haciendo más insoportable con el tiempo. Pero en su reiteración, y en el vigor con que el poeta las hace suyas, está la clave que atraviesa el conjunto y nos deslumbra con su claridad sin descanso, por evocar una de sus imágenes más memorables.
Ahora los premios acercan esta claridad a nuevos lectores. Les envidio su suerte, ese deslumbramiento primero con que las palabras de Gamoneda quedan selladas a nuestra existencia. Porque, más allá del homenaje merecido, sólo eso importa: la convivencia íntima con la palabra y sus fuegos. Vayan desde aquí mi agradecimiento y mi enhorabuena al poeta, al maestro, al amigo.
La Voz de Asturias, 2 de diciembre de 2006.
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