Pelayo Ortega
Tarde de otoño en la playa de San Lorenzo,1989
Carboncillo y pastel / papel, 50 x 65 cm.
Tarde de otoño en la playa de San Lorenzo,1989
Carboncillo y pastel / papel, 50 x 65 cm.
Hay algo en esta luz, en el sesgo tenue y matizado de la luz del norte, más determinante de lo que solía pensar. A sus pies el mundo está como sumido en sus formas, guarda una grisura discreta, no llama la atención sobre sí mismo: hay que mirar largo tiempo para hacerse con él, volver una y otra vez sobre el paisaje para deslindar y encender sus formas; hay que darle, en fin, mucho de uno para que cobre vida, proyectando nuestra imaginación y nuestro deseo en un esfuerzo por disipar la oscuridad, conjurar el silencio de esa noche unánime y primordial que amenaza con invadirlo cada poco. No es como la luz violenta del sur, que estalla en múltiples y nerviosos paroxismos, que salpica los ojos y los sentidos con una insolencia juvenil que hace a un lado cualquier resistencia: los colores y las formas se nos ofrecen con impudor, compiten por nuestra atención con una ferocidad que puede ofuscar al pensamiento: todo está ahí, al alcance de la mano, basta con tomarlo y blandirlo en el aire, cantar sus alabanzas, henchirse de mediodía.
La luz del norte exige otra sintaxis, otro movimiento del pensar. No importa el turno de las estaciones: por debajo de cambios aparentes, aquí las cosas se remansan en su aparente atonía, en sus grises y verdes y ocres que atenúan las fronteras, las diferencias, y la mente las persigue con tiento insistente, con la prudencia ávida del que no desea espantarlas pero siente el imperativo de la búsqueda y la posesión: quiere hacerse un hueco entre ellas, indagar en su distancia y su misterio. El pensamiento también se remansa, discurre en una espiral que extrae cada vez nuevas conclusiones, o la misma infinitamente matizada, afinada. Y se habla con otra voz, menos brillante y decorada, llena de graves sutiles que avanzan por debajo de la melodía principal hasta alcanzar su destino. Todo lo obtenemos con esfuerzo, en una tensión activa que nos obliga a ponernos de parte del mundo, proyectando en él nuestros deseos y fantasmagorías, nuestros giros mentales y nombres privados. Para los ojos del norte, en fin, la plenitud no es un instante sino un proceso, no es la hora rigurosa y solar del mediodía sino el lento entreverarse de la conciencia y el mundo, la hora declinante del atardecer, cuando más importa arrebatar a la noche el secreto de las formas, el misterio de lo visible.
(de Fragmentos de una poética en curso)
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Nacemos un un lugar determinado y establecemos ejes imaginarios que de alguna nos marcan, o afloran en lo literario. Hablas del eje norte-sur y me resulta una reflexión con gran riquza de matices pero un tanto ajena, ya que mi origen personal está mediatizado por otro eje peninsular, el de este-oeste, o el de un mar (el mío, el Mediterráneo) donde el ocaso no existe, y en el que a veces añoras, especialmente en compañía de alguien a quien amas, una posible puesta de sol que no sea, como dicen en Italia, el "tramonto". Antípodas emocionales, al fin y al cabo. En mi caso, el contraste estaría en la otra parte de la Península, en Lisboa, en Oporto, en la Costa da Morte, en el Algarve.
ResponderEliminarHola, Jesús, es estupendo tenerte por aquí. Claro que me acuerdo, hombre, hace ¿catorce, quince años? Te escribo un poco a vuelatecla porque mañana salgo de viaje y ando con los preparativos, pero te respondo con más calma a la vuelta. Simplemente quería dar señales de vida. Espero que vaya todo bien por Levante.
ResponderEliminar(En mi reflexión me pongo un poco "estupendo", pero tú has sabido darle la vuelta, es decir: girarla noventa grados para que ahora nos movamos de este a oeste. Tienes razón en lo que dices. De todos modos, para mí el sur, en un sentido más general, incluye también el Mediterráneo. El Atlántico (o Cantábrico) vs. el Mediterráneo, sin merma de ninguno. Al fin y al cabo, los veranos de mi niñez son mediterráneos, sol vertical y riguroso. Un fuerte abrazo.)
esto me recuerda a un tango.
ResponderEliminartodo es sur.
Hola Jordi. Me gusta tu último texto, aunque si tengo que elegir me quedo con la elegía porque refleja (fotografía perfecta) un sentimiento, o el cúmulo de ellos hacia esa parte de ti que ya piensa desde el vértice de su propia existencia. Me gustaría poderte entrevistar en mi programa y hablar un poco de tu poesía, del CBA, de tu trayectoria... Y además que leyeras algún poema, inprescindible la elegía. Y volviendo a tu texto creo que has encontrado la única diferencia que existe entre el norte y el sur, incluso entre los hemisferios de uno mismo: LA LUZ
ResponderEliminarHola, Oscar, mil gracias por tu(s) comentario(s). Es bueno saberos ahí, al otro lado de la pantalla. Me acompaña mucho. Y nada, hablamos cuando quieras. Mil gracias por la invitación. Será un honor y un placer. Abrazo, J12
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