Oigo un ruido de pasos
en la gravilla helada,
un chasquido vital y meridiano
que acucia en mis omóplatos.
Miro atrás, miro en torno,
y nada,
sólo el ruido de nuevo,
y nada.
(Arriba pasa el viento).
Sólo
son las hojas que caen,
este morir incandescente de las hojas.
En ese instante detenido en tu poema me parece estar pisando las hojas del camino, que, al igual que tus versos caen con su "morir incandescente". Muy bello. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Marisa. Qué bien que sigas viniendo por aquí. Abrazo.
ResponderEliminar