BITÁCORA DE JORDI DOCE. Mis últimos poemarios son En la rueda de las apariciones. Poemas 1990-2019 (Ars Poetica, 2019) y No estábamos allí (Pre-Textos, 2016). Además de traducir la poesía de William Blake, Anne Carson, T.S. Eliot y Charles Simic, entre otros, he publicado los cuadernos Hormigas blancas y Perros en la playa, y los libros de artículos y de crítica Imán y desafío, Curvas de nivel y Las formas disconformes. He reunido mis versiones de poesía en Libro de los otros (Trea, 2018).
miércoles, abril 15, 2009
bacon / jano
Viendo los diversos retratos de Francis Bacon que han aparecido en prensa estas semanas con motivo de su exposición en el Prado, se me vuelve a hacer aparente algo que ya he sentido en otras ocasiones –al ver ciertas fotos de Auden, por ejemplo–, y es la rara incongruencia que hay en los rostros de muchos ingleses, como si a los rasgos puros y precisos de la niñez, que es tal vez la etapa de sus vidas en que más se acercan a la belleza, se superpusiera la máscara distorsionada de la edad adulta: arrugas, papada, endurecimiento, flacidez, deterioro, opacidad. Ambos rostros, el del niño y el del adulto, nunca se mezclan o entretejen del todo, y el resultado es una expresión indefinida, como por hacer, a veces cómica y otras chocante, como si alguien hubiera envejecido a su pesar, sin asumirlo del todo: una máscara que se deforma y estira por la fuerza, de modo casi mecánico, y donde la edad se asienta como una capa de maquillaje. Se diría que cada raza alcanza su plenitud física a una edad distinta: los ingleses suelen hacerlo en la niñez o la primera juventud. Basta comparar los últimos retratos de Bacon –nacido en Irlanda, sí, pero de familia netamente inglesa– con los de su juventud. Sin duda su presunta mala vida y sus excesos alcohólicos contribuyeron al deterioro. Pero, como en Auden, ese cambio estaba inscrito en sus genes, era una bomba de relojería que fue estallando silenciosamente a lo largo de los años.
marcho al Cosmos de Cordoba tomorrow, procurare reclamar nuestro Desierto Jordi!!!!!!!!
ResponderEliminarA veces, en los rostros (generalmente en los pómulos) algo me provoca una sensación incómoda, como de bomba a punto de explotar. No sé si sólo en los ingleses...
ResponderEliminarHace tiempo me regalaron un libro del CBA, Poesía en traducción. Me fascinó.
Pues eso. Que gracias por dedicarte a lo que te dedicas. Ojalá pueda yo un día.
Disfruta de Córdoba, Luna, y que vivan los desiertos!! especialmente el tuyo, en el que tengo la suerte de estar invitado. Y Elia, gracias por tu comentario--el libro es el fruto de un trabajo colectivo a lo largo de todo un año. Me alegra mucho que te gustara. Saludos,J12
ResponderEliminarEs cierto eso que apuntas. Siempre me ha parecido el "físico" de los ingleses un tanto diferente, discordante. Incluso, un tanto lejano de la belleza...
ResponderEliminarLuis Miguel
Confundir un país con una raza sería absurdo. Los tipos físicos y aun raciales son muy diversos, pero sí es verdad que algunos ingleses responden a esa descripción, o al menos me lo parece. Abrazo, j12
ResponderEliminar¿Y no habrá, precisamente, una aguda conciencia de esa imposible fusión de máscaras en los autorretratos que Bacon se hizo así como también en los que pintó de otros compatriotas? Recorría la otra tarde la exposición del Prado (ya casi en tiempo de descuento) y a la vista de algunos cuadros, y en especial del autorretrato tríptico de 1971 (procedente del Metropolitan), me acordé de este comentario tuyo leído previamente. Muñoz Molina, en uno de sus últimos artículos semanales de Babelia, también reflexionaba con lucidez sobre este extremo y enfatizaba, creo recordar, la superposición de cierto cariz siniestro y decrépito sobre un todavía perdurable aire juvenil.
ResponderEliminarPor otra parte, no sería difícil añadir algún ejemplo más a esa característica "racial" (no sé si la palabra es correcta desde un punto de vista estrictamente biológico) de los británicos, incluidos los de algunos hispanistas actuales bien conocidos...