Escribe páginas y más páginas, y el libro verdadero corre tras él con la lengua fuera, incapaz de alcanzarle.
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Esa extraña y hasta insensata metamorfosis que convierte el camino de cabras de la escritura en una autopista para la lectura.
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Críticos que muerden monedas para comprobar si son de buena ley. Pero muchos actúan como si las estuvieran acuñando.
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Palabras-patrulla, que salen de noche y traspasan en secreto la línea de los dientes, reconociendo el terreno. Dejan el campamento al cuidado de los sueños.
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Un libro no está vivo por estar lleno de cosas vivas. También las pelucas se hacían con cabello natural. Era genuino, pero había sido trasplantado.
De lo mejor que he leído por la blogoteca.
ResponderEliminarNada sobra en estos aforismos.
Un abrazo
Mil gracias, Bruno. Un abrazo, J12
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