jueves, agosto 13, 2009

contrapunto


Habitamos el mismo territorio
pero distintos mapas. En el tuyo
las calles son el testimonio de una escisión
y la luz brilla obscenamente
sobre las trazas de este mundo sublunar.
Hay silencio, palabras desmedidas,
el cansancio febril de la vigilia
y un animal baqueteado por el tiempo
que te brinda consuelo.
Por mi lado hay orgullos, impaciencias,
el afán de agradar y el miedo a conseguirlo;
convivo con imágenes que la palabra ha prestigiado
pero vivo a disgusto con su ambiguo sentido:
calles vacías, espejos de misántropo
y paisajes inmóviles bajo una luz postrera.
A los dos nos agota una culpa genuina
que a fuerza de insistir parece falsa,
excusa de malos pagadores.
Nuestras palabras mágicas raramente concuerdan,
tampoco los remedios de los que echamos mano
los días más pensados,
cuando vibran los nervios y la mente se enrosca
a punto de saltar sobre sí misma.
Sólo de noche, algunas veces, nuestros cuerpos
cruzan las líneas furtivamente
para firmar una tregua perpleja,
difícil,
el armisticio que es ahora nuestra vida.

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