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Fueron los tiempos de la nueva austeridad.
Lunas rotas en los escaparates
y el viento atravesando los relojes;
rostros que los espejos no apresaban
y palabras manchadas por el hambre.
Los perros iban y venían por el barrio
imitando las formas grotescas de los árboles.
En sus paseos dibujaban una selva de aromas
y al fondo de la selva un templo reluciente,
lleno de pájaros que nunca oiríamos.
Todo el mundo salía con maletas,
estábamos en tránsito sin ganas de viajar.
Lejos de la sospecha de los patios
el cielo planteaba ecuaciones incomprensibles
como el habla de los amantes.
Muchas veces el sol brilló por su ausencia,
muchas veces lo hicimos brillar en sueños.
Cada día durante un año
llegaron cartas de lugares por explorar,
cartas en blanco para mi padre muerto.
Y el cartero, con las primeras luces,
descansaba en un banco de la esquina
para calmar su sed
en la niebla insistente
que mordía sus pasos.
.Lunas rotas en los escaparates
y el viento atravesando los relojes;
rostros que los espejos no apresaban
y palabras manchadas por el hambre.
Los perros iban y venían por el barrio
imitando las formas grotescas de los árboles.
En sus paseos dibujaban una selva de aromas
y al fondo de la selva un templo reluciente,
lleno de pájaros que nunca oiríamos.
Todo el mundo salía con maletas,
estábamos en tránsito sin ganas de viajar.
Lejos de la sospecha de los patios
el cielo planteaba ecuaciones incomprensibles
como el habla de los amantes.
Muchas veces el sol brilló por su ausencia,
muchas veces lo hicimos brillar en sueños.
Cada día durante un año
llegaron cartas de lugares por explorar,
cartas en blanco para mi padre muerto.
Y el cartero, con las primeras luces,
descansaba en un banco de la esquina
para calmar su sed
en la niebla insistente
que mordía sus pasos.
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Hola, Jordi. Sigo de cerca tu blog y me gusta tu poesía. Sólo decirte eso, ahora que me quedó resonando tu poema visionario y orillero. Un gusto. Saludos, G.
ResponderEliminarGracias, Germán. Me alegra mucho. Vamos haciendo. Saludos, J12
ResponderEliminarHay una especie de serenidad triste que me atrapa en su poema. Un tiempo que quedó escondido en la luz de todos los que pasaron por allí. Una niebla que jamás levanta.
ResponderEliminarMuy bello.
Saludos
Conoces el cuento "Dos fragmentos: marzo 199...", del libro "Entre las sábanas", de Ian McEwan?
ResponderEliminarIdéntica atmósfera se respira (al menos, yo respiro), en tu estupendo poema.
Gracias nuevamente,
Gabriela.
Me huele a viento, a perros, a maletas, a sueños de posguerra. Dn mis padres, a veces, aún se desprende ese aroma.
ResponderEliminarTe felicito por el poema.
Un saludo
No, Casioppea, no conozco esos fragmentos de Ian McEwan, aunque tengo muchas de sus novelas en un altar. Los busco sin falta. Gracias por señalarme su existencia. Ya me gustaría tener al menos una porción de la intensidad de imaginario y escritura de McEwan... Y gracias a los tres, Ada, Antonio y CB, por vuestra lectura cómplice y afirmativa. Me da muchos ánimos. saludos, J12
ResponderEliminarOtra vez interesantísimo poema, Jordi, que va ganando densidad e intensidad a medida que se desarrolla. Evitaría "lunas rotas" y otras expresiones del inicio, pero, sin duda, como ya te dije, una nueva puerta se ha abierto. Gracias.
ResponderEliminarviniendo de usted, mr. lion, es todo un honor. ya sabes que tengo una vieja querencia por las lunas, y ahora me ha dado por romperlas. Abrazo, J12
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