jueves, marzo 25, 2010

a la espera

Por mucho que te resistas, lo que al final perdura son los tics. Desaparece la carne, el nervio que animaba el gesto, el hueso que le daba relieve y cimiento, y sólo queda un rastro de piel reblandecida que de vez en cuando salta como por un resorte, un eco traidor e irreprimible que sigue latiendo mucho después de tu ausencia. Un reflejo animado, una ruina móvil, el retrato póstumo de tus defectos por todo testimonio. La momia hedionda de aquello que llamabas estilo.

5 comentarios:

  1. pero, pese a todo, está la espera, a la espera. Me ha gustado el ritmo y la cadencia de tus palabras. Saludos

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  2. Completamente de acuerdo, Jordi, verlo así ¿es ya saber evitarlo? (en tu caso, sin duda). El proceso tal vez podría llamarse también "músculo acostumbrado" (aunque quizás esta sea una fase previa a la desecación que aquí describes).

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  3. Me ha sorprendido esta descripción del estilo y, me pregunto y te pregunto, si ese descarnamiento lo provoca el estilo de una lectura en especial.

    Saludos

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  4. Supongo que hay que estar vigilante, tratando de detectar ese momento fatal en que el estilo se convierte en "maniera", es decir, en repetición hueca de lo ya hecho. Pasa en todas las artes. Y pasa, muchas veces, sin que nos demos cuenta... Saludos, J12

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  5. Contundente reflexión de quien anda al acecho. No recuerdo quién decía que el estilo era eso a lo cual se llegaba al cabo de años de lucha, con grandes esfuerzos y el resto de la vida no era más que una lucha por deshacerse de él. Una momia y hedionda!
    Saludo

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