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No sé bien de qué hablamos
ni por qué…
Quizá sólo la noche
dijera cosas con sentido,
retirada unos pasos
junto al muro de las lamentaciones.
Los demás nos quitábamos el miedo
compartiendo tabaco y preguntas retóricas.
Hierba rala, costras de tierra seca,
el exiguo calor de la amapola
respirando bajo la lengua de los insomnes.
No sé bien qué dijimos
ni para qué…
El mundo se escurría fuera del campamento
pero ningún reloj se dio cuenta.
Los perros, los caballos,
dormitaban por turnos
y sus ronquidos nos servían para reconocernos.
¿Por qué nadie se acuerda a estas alturas?
Hambre y frío cortante.
Bajo la luna insatisfecha
sólo palabras y palabras.
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Excelente el poema, Jordi.
ResponderEliminarLo leo mientras dejo, por unos segundos, la lectura de tu introducción a Auden en "Los señores del límite". Gracias también por eso.
Un abrazo
Gracias, Bruno! Escribí esa introducción hace cinco años. Qué bien que siga teniendo vida en tu lectura... Un abrazo, J12
ResponderEliminarY que no (nos) falten.
ResponderEliminarLas palabras arropan tanto como el silencio cuando queda mucho... y también cuando no queda nada. Un poema muy bello en su construida sencillez.
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