José María Sicilia
Comenta
que está bien, que ya pasó.
Tiene
la espalda señorial, casi olímpica.
Luego
la voz le cambia, de pronto, y todo es antes.
Viene
de un duelo colectivo, de un aquelarre blanco.
No
es posible dejar de ser lo que uno fue.
O
también, esa puerta que se abrió sigue abierta.
Así
empiezan los cuentos: un niño se pierde en el bosque.
Si
algún pájaro habló con él, no lo sabemos.
Unas bellísimas imágenes que dan para contarse muchos cuentos, cuentos como el que tú empiezas a contarnos, donde, a pesar de las puertas cerradas, algo queda abierto.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho lo que escribiste.. la verdad que me dejo pensando en varias cosas... excelente post..
ResponderEliminarfelicitaciones..
saludos :)
Nunca sabemos nada y casi siempre estamos perdidos. Por eso enlazamos tan bien con el principio de los cuentos, y por eso nos gusta que nos cuenten.
ResponderEliminarMe ha gustado.
Monósticos inscritos en los biombos de la memoria (Sicilia), girando en el desfile de imágenes que nos acompaña en la soledad luminosa de la vida interior. ¿Monósticos monásticos? Yo creo que algún fraile cartujo, o un aprendiz de buda, podría utilizarlos como iconos visuales para sobrellevar el voto de silencio, o los vericuetos del samsara, sin fatigar la mente. Palabras que buscan en sus aledaños rendijas para dejar pasar la luz. La serie gana mucho en su completa secuencia creciente, pero también los fragmentos son capaces de enunciar su verdadera condición.
ResponderEliminarEs un poema de lo más impactante, y las imágenes lo engrandecen.
ResponderEliminarMe ha conmovido profundamente -MUY profundamente- la lectura de tus monósticos...que constituyen tan bello poema.
ResponderEliminarGracias, Jordi!
Gabriela.