Seductora predilección de ciertos espíritus por el desierto, ese paisaje vacío y
desolado donde la vida juega a desdecirse, como si sólo en él, bajo su cielo protector, descubrieran el
peso y la valencia de su andar, o –valga la paradoja– como si sólo en lo
ilimitado fueran capaces de vislumbrar sus propios límites.
Luz, agua, arena, espejo. Y reflejos.
ResponderEliminar¡Mira que eres bueno! ;)
ResponderEliminarLa atracción del desierto, en mi caso, se debe a que (no tengo ni idea de porqué) pareciera que el Tiempo y el Espacio desaparecieran o quedaran suspendidos en alguna parte fuera de nosotros.
En el desierto, en la soledad, uno se reconoce, se encuentra o se busca mejor.
Qué bien lo has dicho, Jordi.
Gracias, Paz. Gracias, Índigo. Qué bien teneros como lectoras. Abrazo, J12
ResponderEliminarLa palabra desierto la asocio con Jesùs ,quien buscaba tranquilidad y paz solo en èl,alejado de la muchedumbre y del caos de la ciudad.Optimo poema. Un abrazo.Paola L.
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