domingo, diciembre 01, 2013

2 ecos



Josef Albers


Una de las alegrías del Festival de Poesía de Rosario fue la de conocer a dos estupendos poetas con los que de inmediato se estableció una corriente de afinidad y afecto mutuo: la dominicana (pero radicada en México) Ariadna Vásquez y el hondureño Fabrizio Estrada. Fabrizio, en concreto, me impresionó por su compromiso con la difícil realidad de su país, su descripción lúcida de la violencia que asola Honduras, la forma en que iba desanudando, con pasión meticulosa, las raíces de un conflicto que invade y contamina todos los estamentos de la sociedad. Fueron charlas aleccionadoras, llenas de datos y al mismo tiempo de emoción, de rabia contenida. Recuerdo cómo disfrutaba de sus paseos por Rosario, de esa libertad que tantos damos por supuesta para caminar sin miedo ni aprensión por las calles de una ciudad: vagar sin rumbo, tomar un café en una terraza o llevar a los niños al parque sigue siendo un lujo en demasiadas partes del planeta. Un viejo sueño cívico que Fabrizio preserva en sus poemas y también en su activismo político, su lucha cotidiana con los demonios de la violencia, la corrupción y la miseria.

Semanas después, Fabrizio ha tenido la gentileza de colgar en su bitácora (del párvulo) algunos poemas de mi viejo libro Otras lunas. Me siento muy cómodo con su elección, también con el breve texto introductorio que ha escrito. Resulta curioso ver cómo alguien adopta y hace suyos poemas que se escribieron hace doce o quince años: nueva piel para viejas ceremonias, como tituló Leonard Cohen uno de sus discos. Gracias, Fabrizio.

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El poeta y crítico Julio César Galán ha tenido la amabilidad de invitarme a colaborar en «Cajón de Dante», sección de la página web de la editorial Pre-Textos que intenta dar a conocer el trabajo inédito de sus colaboradores. Yo he agrupado algunas viejas entradas de mi cuaderno en un pequeño tríptico que quizá resulte familiar a los lectores habituales de esta bitácora. Es un honor estar ahí, la verdad; un regalo que hace más llevadero el camino. Gracias, Julio.

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