Ha logrado que hasta su ángel de
la guarda se avergüence de él.
Si no nos atraviesa, si no sopla
también en las entrañas, no merece llamarse viento.
A fuerza de esquivar palmadas en
la espalda, va avanzando.
Allí la gente sueña para vivir, siquiera
unos instantes, fuera del alcance de Dios.
Nunca sé qué decirle, ni cómo
comportarme en su presencia. No sé qué haría sin él.
Lo inesperado de ellos,-por humor, por ingenio-, hace de estos aforismos un ejercicio hermoso. Si son daguerrotipos, llegan con comprensión, no desde el dibujo ácido.
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