Cuando el periodismo no es más
que miedo al silencio.
Nunca perdía los papeles.
Esperaba venderlos a buen precio.
Se quita la cabeza, la coloca en
el suelo lejos de sí, y vuelve donde estaba. Al instante en que la cabeza lo
reclama con angustia a su lado lo llama pensar.
Habla y habla sin descanso,
suelta palabras por la boca como quien suelta lastre y arroja sacas por la
borda. Sigue hablando mientras sube por el aire y se vuelve más ligero, más
pequeño. Al final es un punto que se esfuma en el horizonte.
Es el tendón de Aquiles de su
propia vida.
Después de mucho esfuerzo, logró
desprenderse de su nombre. A la luz, parecía la costra de una herida.
Con cada nueva frase va dibujando
una boca en el rostro de las cosas.
Callar como quien respira.
Escribir como quien contiene el aliento.
Toma lecciones de sintaxis
estudiando el culebreo del gusano en la manzana.
Mucho camino por recorrer le queda al periodismo en este país nuestro. Mi querida España, esta España nuestra... y no sigo, que me sale un sarpullido. Ganas de marcharse dan. Muchas.
ResponderEliminar