La voz del que corría por el bosque
¿era la tuya?
¿Eras tú quien hablaba
en la zanja contigua,
a solas con su miedo?
¿Susurrabas
en mitad de ninguna parte,
tumbado entre hojas secas?
Noche adentro
todo es cruz.
Todo escapa
cuando limitas con su sombra.
Almizcles te denuncian. Ropa vieja.
La cautela
que siembras al andar,
como esporas.
La pupila del cuervo
te va cortando a su medida.
El color de los abedules
es el color del extravío.
¿era la tuya?
¿Eras tú quien hablaba
en la zanja contigua,
a solas con su miedo?
¿Susurrabas
en mitad de ninguna parte,
tumbado entre hojas secas?
Noche adentro
todo es cruz.
Todo escapa
cuando limitas con su sombra.
Almizcles te denuncian. Ropa vieja.
La cautela
que siembras al andar,
como esporas.
La pupila del cuervo
te va cortando a su medida.
El color de los abedules
es el color del extravío.
Hermoso.
ResponderEliminarY la otra pupila, la del ciervo... Que te ve, escondido entre los matorrales...
ResponderEliminarGracias, amigos...
ResponderEliminarPrecioso, Jordi.
ResponderEliminarLos abedules...mis árboles favoritos.
No dejes de contemplar el "Bosque de Abedules" que pintó Klimt allá por 1903.
Saludos respetuosos desde el Sur,
Gaby Levin.
Cuanto más poético más verdadero; cuanto más misterioso más poético.
ResponderEliminarMelchor
Gracias, Melchor; gracias, Cassiopea... Abrazo; j12
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