Esta bitácora se toma un pequeño descanso por vacaciones. Volveremos, ella
y yo, dentro de un mes por estas fechas. Ha sido un curso largo y riguroso y la
cabeza, la verdad, no da para más. La rentrée del otoño se anuncia
apasionante y con muchas novedades, pero es pronto para adelantar nada; y casi
prefiero que el silencio de estas semanas me permita calibrar las piezas y
ordenarlas a gusto.
Os dejo, eso sí, con la versión que hice el año pasado de «El entierro de
los muertos», la célebre sección inicial de La tierra baldía de T.S.
Eliot. Se incluye en Subir al origen,
una antología didáctica y comentada de la poesía moderna occidental que ha
preparado mi buen amigo el poeta José María Castrillón y que Ediciones Trea
tiene previsto publicar el curso que viene. Creo que no estoy autorizado a
decir más. Pero sé, porque he seguido de cerca su escritura, que será un libro
importante. Y eso es todo de momento. Feliz verano.
el entierro de los muertos
(La
tierra baldía, 1922)
Abril es el mes
más cruel, exhumando
lilas de la tierra inerte, mezclando
memoria y deseo, removiendo sordas
raíces con lluvias de primavera.
El invierno nos dio refugio, cubriendo la
tierra
de nieve olvidadiza, alimentando
una pequeña vida con tubérculos secos.
El verano nos sorprendió con una breve
llovizna
cerca del Starnberger See; nos refugiamos
en los soportales
y luego, ya con sol, salimos al
Hofgarten,
y tomamos café, y charlamos largo rato.
Bin gar keine Russin, stamm’ aus Litauen,
echt deutsch.
Y cuando éramos niños, en casa del
archiduque,
mi primo, él mismo me llevó en trineo.
Yo tenía miedo. Me dijo, Marie, Marie,
agárrate fuerte. Y nos fuimos cuesta
abajo.
En las montañas se respira libertad.
Paso las noches leyendo, y en invierno voy
al sur.
¿Cuáles son las
raíces qué se aferran, qué ramas crecen
de esta escoria rocosa? Hijo de hombre,
tú no puedes decirlo, ni adivinarlo, pues
conoces tan sólo
un manojo de imágenes rotas donde el sol
bate,
y el árbol muerto no cobija, y el grillo
no consuela,
y el agua desertó la piedra seca. Sólo
hay sombra bajo esta roca roja
(ven a la sombra de esta roca roja),
y te mostraré algo distinto
de tu sombra por la mañana siguiéndote a zancadas
o de tu sombra por la tarde alzándose hacia
ti;
te mostraré el miedo en un puñado de
polvo.
Frisch weht der Wind
Der Heimat zu
Mein Irisch Kind
Wo weilest du?
«Me
diste tus primeros jacintos hace un año;
me
llamaron la niña de los jacintos».
…Pero
cuando volvimos, tarde, del jardín de jacintos,
con
tus brazos colmados y tu cabello húmedo, no pude
hablar,
y me falló la vista, no estaba
vivo
ni muerto, y quedé sin saber,
mirando
al corazón de la luz, el silencio.
Oed’ und leer das Meer.
Madame Sosostris,
célebre vidente,
estaba muy resfriada, se la tiene no
obstante
por la mujer más sabia de Europa
con una vil baraja. He aquí su carta, dijo,
el Marino fenicio, el ahogado
(perlas son lo que fueron sus ojos. ¡Mire!),
y aquí está Belladona, Señora de las Rocas,
la dama de las situaciones.
Aquí va el Tres de Bastos y aquí la
Rueda,
y aquí el mercader tuerto, y esta carta,
que está en blanco, es algo que lleva a sus
espaldas
y no se me permite ver. No encuentro
al Colgado. Cuídese de la muerte por
agua.
Veo grupos de gente que caminan en
círculos.
Gracias. Si por algún casual ve a la
señora Equitone
dígale que yo misma le llevaré el
horóscopo:
toda prudencia es poca en estos tiempos.
Ciudad irreal,
bajo la niebla terrosa de un amanecer de
invierno,
una multitud bañaba el Puente de Londres,
tantos,
nunca pensé que la muerte hubiera
deshecho a tantos.
Suspiros, intermitentes y fugaces, se
exhalaban,
y cada figura iba mirando el suelo a sus
pies.
Fluyeron colina arriba y King William
Street abajo,
donde Saint Mary Woolnoth daba las horas
con un golpe mortecino en el toque de las
nueve.
Allí vi a un conocido y lo detuve
gritando: «¡Stetson,
tú que estuviste conmigo en la batalla de
Milas!
Ese cuerpo que
plantaste hace un año en tu jardín,
¿ha empezado a
retoñar? ¿Echará flor este año?
¿O la helada repentina
ha malogrado su lecho?
¡Ah, mantén
lejos al Perro, que es amigo de los hombres,
o con uñas de
sabueso volverá a desenterrarlo!
¡Tú,
hypocrite lecteur, mon semblable, mon frère!».
Versión de Jordi Doce