clemátide silvestre en invierno
i.m. William Cookson
La vieja dicha del viajero aparece,
desnuda, como una flor de espino
mientras el coche enfila la ciudad entre borrosos
pormenores…
clemátide silvestre derramando la falsa simiente
de las vainas,
la tierra eyaculada, el sol y su mortaja
blanquecina,
helechos húmedos raídos sin piedad, prensados
como raspas de pescado,
y la hierba del terraplén hachada y emplumada
por la escarcha,
por todas partes desperdicios, vertidos
bien visibles
en esta aparición palidecida.
trad. J.D. / el original, aquí
La semana pasada fue aciaga para la
poesía. A la muerte el viernes 1 de julio de Yves Bonnefoy, no por anunciada
menos triste (llevaba meses muy delicado), hubo que sumarle, justo un día antes,
la de Geoffrey Hill, el último superviviente de la gran generación de poetas
británicos que saltó a la palestra durante la década de 1950 y que incluye a
Philip Larkin, Ted Hughes, Charles Tomlinson y Peter Redgrove. Hill es un viejo
conocido de los lectores de esta bitácora: aquí he publicado de vez en cuando
algún poema suyo; aquí anuncié, allá por 2006, la edición española de Himnos de Mercia que preparamos Julián
Jiménez Heffernan y un servidor y que Sergio Gaspar tuvo la generosidad de
acoger en DVD Ediciones.
Quiero escribir más por extenso sobre
Bonnefoy y Hill, unidos más acá de la muerte por indudables afinidades, pero de
momento me contento con evocar, a modo de ofrenda, este breve poema de su libro
Without Title (Sin título, 2006): una miniatura que nunca ha dejado de conmoverme,
pero que he tardado casi diez años en atreverme a traducir. Dedicado a la
memoria de William Cookson, fundador y espíritu vital de la legendaria revista Agenda, con quien tuve la fortuna de colaborar
allá por 1997-1999, «Clemátide silvestre en invierno» es un
modelo de brevedad epigramática que exhibe el talento de Hill para recrear con pulso expresionista su fascinación por el feísmo urbano y el milagro
persistente del mundo natural. El lenguaje no ha perdido un ápice de su vieja densidad
alusiva, pero ahora la imaginación ha dejado el mundo mítico y algo
medievalista de sus primeros libros para levantar un escenario digno de una
portada de música punk.
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