Albert Balasch, Un hombre llega tarde, prólogo de Andreu Jaume, selección de Aníbal Cristobo, traducción del catalán de Sílvia Galup, Barcelona, Kriller71, 2022.
Confieso que desconocía la poesía de Albert Balasch (Barcelona, 1971). Muy joven para ser incluido en Sol de sal (2001), la muestra de «nueva poesía catalana» de Jordi Virallonga, tampoco está en la posterior Medio siglo de oro (2014), de Eduardo Moga. Ahora ve la luz esta amplia antología bilingüe, Un hombre llega tarde, traducida con esmero por Sílvia Galup, y su lectura me deslumbra y perturba por igual. Se recogen aquí poemas de cuatro libros, todos editados en menos de una década (2002-2009), más una breve coda de «Inéditos y rarezas» que incluye la obra radiofónica «Grava».
«Tú / escribes esto, el nombre de Nada, cansado / de ti mismo. No tienes placer ni ninguna / derrota», leemos en «Tos». Y toda la escritura de Balasch transita en esta clave austera, casi sonámbula, como de quien está más allá del mundo, en un ámbito de cansancio y desencanto que sin embargo no le impide hablar. O, mejor, donde lo único que puede hacer es hablar, decir frases entre rotundas y enigmáticas («como golpes de hacha», dice Andreu Jaume en su prólogo) en las que resuena el absurdo beckettiano, pero también cierto gusto por la fábula negra y el desmarque irónico. Para entendernos, y ya que estamos en el centenario de La tierra baldía, el Eliot con el que enlazaría esta poesía sería el de sus «hombres huecos», «hombres de trapo / unos en otros apoyados / con cabezas de paja»; pero hombres que subsisten después de que el mundo se haya terminado, «no con una explosión sino con un sollozo». Con todo, los poemas crecen y se adensan con los años, pasando del yo/tú inicial al «nosotros» de Las ejecuciones y de ahí al poema extenso en La caza del hombre.
«Escribo porque ya no puedo rezar»; «seguramente soy un ronquido que declina, / un viejo con frío y olor de perro». En este excepcional poema-libro el páramo castigado del rey Lear se puebla de gestos animalescos y soledad cósmica, sí, pero también de una rara y digna y estremecedora elocuencia que abre la puerta, por sí sola, a la posibilidad de la redención: «contando, sorbiendo, un perro esperaría a un hombre».
Publicado originalmente en La Lectura de El Mundo, 18 de febrero de 2022.
De nuevo, gracias: tristes los hombres, grandes los perros.
ResponderEliminarAbrazo.