Tomioka Soichiro, Trees, 1961
Según Edward Said, que distingue con gracia entre «filiación» y «afiliación» (el juego de palabras es por una vez iluminador, tiene sentido), la relación filial pertenece a los dominios de la naturaleza y de la vida –pues suyos son los lazos y formas de autoridad naturales como la obediencia, el temor, el amor, el respeto y el conflicto de instintos–, mientras que la afiliación pertenece exclusivamente a la cultura y la sociedad, donde imperan formas transpersonales como «la conciencia de gremio, el consenso, la colegialidad, el respeto profesional, la clase y la hegemonía de una cultura dominante». Y no hay duda. A pesar de todos mis déficits como hijo y de los suyos como padre, de los conflictos y turbulencias que oscurecieron nuestra relación y terminaron por separarnos, me reconozco fatalmente del lado de la filiación. Sé bien que los gremios y el espíritu colegial son estribos del orden social, pero nunca he sabido considerarlos sin recelo y hasta sin aversión. Y ahora comprendo que esta incapacidad mía es la raíz de los defectos que más me reprocho. Lejos, lejos, extramuros de la ciudad, por los caminos de la vega, ahí me veréis muchas tardes. Los viejos con los que me encuentro no se parecen en nada a mi padre, pero no será por falta de intentarlo.
Nota conmovedora por tu reflexión sobre la filiación, entre palabra e imagen, junto a Edward Said y Tomioka Soichiro. Ramas y troncos: horizontal y vertical elogio de lo tardío y luminosidad de lo difuso aunque, a ratos, duela.
ResponderEliminarAbrazo