Y, después de la teoría, algo de práctica. Este poema de Ashbery apareció originalmente en The New Yorker con el título de «The Love Interest», y es un buen ejemplo de esa voz irónica y elusiva de que hablaba en mi reseña. Me atrajo, sobre todo, la última estrofa, con su tono entre indiferente y resignado, el modo en que asordina el pálpito emocional. (El título, por cierto, hace referencia a la necesidad de que en todo guión comercial haya un «love interest», es decir, un argumento de corte amoroso que interese a los posibles espectadores: de ahí mi decisión, sin duda discutible, de traducirlo simplemente como «La historia de amor».) Buena lectura.
John Ashbery
LA HISTORIA DE AMOR
La vimos venir desde siempre,
luego ya estaba aquí, en línea
con el paseo de aquel día. Para entonces, éramos nosotros
los que habíamos desaparecido, en el túnel de un libro.
Despertando en la madrugada, nos unimos al flujo
de las noticias de mañana. ¿Por qué no? A diferencia
de algunos otros, no tenemos nada que pedir
o que tomar prestado. No somos sino piezas de sólida geometría:
cilindros o romboides. Cierta satisfacción
nos ha sido otorgada. Sí, claro, siempre volvemos
a por más… Es parte del aspecto «humano»
del desfile. Y existen regiones más oscuras
perfiladas, que habría que explorar alguna vez.
Por ahora nos basta con que el día se haya acabado.
Trajo su carga de frescura, la dejó caer
y se marchó. En cuanto a nosotros, seguimos aquí, ¿no es cierto?
Versión de J. D.
No sé bien si es cierto o no. Hoy te diría que más bien no. Mañana no sé.
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