BITÁCORA DE JORDI DOCE. Mis últimos poemarios son En la rueda de las apariciones. Poemas 1990-2019 (Ars Poetica, 2019) y No estábamos allí (Pre-Textos, 2016). Además de traducir la poesía de William Blake, Anne Carson, T.S. Eliot y Charles Simic, entre otros, he publicado los cuadernos Hormigas blancas y Perros en la playa, y los libros de artículos y de crítica Imán y desafío, Curvas de nivel y Las formas disconformes. He reunido mis versiones de poesía en Libro de los otros (Trea, 2018).
miércoles, febrero 18, 2009
ícaro, brueghel, williams
Traduje este poema de William Carlos Williams (1883-1963) como parte de un ejercicio que puse a mis alumnos en Hotel Kafka. Resulta ilustrativo (e intrigante) compararlo con el que sobre el mismo cuadro de Brueghel escribió Auden, «Musée des Beaux Arts». Los dos se fijan en detalles totalmente dispares y, sobre todo, extraen conclusiones que en Williams son de orden vital y en Auden, indefectiblemente, de índole moral. Lo que me gusta de Williams y de sus mejores herederos es el modo en que un verso enlaza simultáneamente, en funciones o papeles distintos, con los que le rodean (así por ejemplo, el verso «cerca de la costa» remite tanto al lugar donde sucede «algo insignificante» como al «hubo» que le sigue). Una estructura nerviosa, como de gota de lluvia que desciende en zigzag por la ventana del coche, en la que siento cifrada lo más vivo de esta escritura. (Por cierto, buscar a Ícaro en este lienzo es casi una versión «alta cultura» del buscando a Wally.)
Paisaje con la Caída de Ícaro
Según Brueghel
cuando Ícaro cayó
era primavera
un labrador araba
su campo
todo el esplendor
del año estaba
despierto
hormigueando
al borde del mar
ocupado
en sus asuntos
sudando al sol
que derritió
la cera de las alas
algo insignificante
cerca de la costa
hubo
un chapoteo casi inadvertido
era
Ícaro ahogándose
Trad. J.D.
Estimado Jordi:
ResponderEliminarMi comentario de hoy, definitivamente no es literario...sin embargo, quería contarte que, gracias al poema, al cuadro de Brueghel y, por supuesto, a ti, mi hijo menor, David, de 4 años, conoció la historia de Icaro y Dédalo, y disfrutó buscando al hijo desobediente caído en el mar.
Quizás resulte este texto algo ingenuo o, más aún, aburrido e inapropiado, pero deseaba dejar constancia de mi agradecimiento por el maravillos momento que propiciaste compartiera con mi pequeño.
Desde la Córdoba argentina,
Gabriela.
Amiga Gabriela, ningún otro comentario podía serme más agradable. Saber que has podido pasar un rato estupendo con tu hijo a cuenta de esta entrada me alegra mucho. Yo también le conté a mi hija, hace poco, esa hermosa historia. Siempre es una alegría saberte por aquí. Un abrazo, J12
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