Conocí al poeta australiano Peter Boyle (1951) gracias a Eugenio Montejo. Boyle había traducido al inglés una amplia selección de su poesía y Eugenio, supongo, quería que alguien pudiera revisar aquellas traducciones con cierto conocimiento de causa. Acepté la tarea con gusto y a los pocos días entablamos contacto; milagros del correo electrónico. Boyle acababa de pasar por una prueba mucho más dura, traducir la poesía de César Vallejo, y los poemas de Eugenio, aunque complejos en ocasiones (más por el tono, esa música peculiar, entre modernista y conversacional, tan difícil de percibir para un lector extranjero), presentaban sin duda menos resistencias. Mi alegría fue doble: el trabajo era poco y había ganado un amigo.
La antología bilingüe de Montejo (The Trees) vio la luz en 2004, y ese mismo año Boyle me envió su cuarto libro de poemas, Museum of Space. Dos poemas captaron de inmediato mi atención y no tardé en traducirlos. Éste es el resultado.
Estaría bien leer «Concha marina» en relación con «Relic», uno de los grandes poemas iniciales de Ted Hughes, aquel en que el poeta encuentra un hueso de mandíbula en la playa y piensa en las inclemencias que ha debido padecer hasta llegar a sus manos. Y en esa lluvia «monótona, intraducible» que borra la tierra del segundo poema, «Lluvia a medianoche», percibo ecos bien audibles de la poesía de Montejo, un homenaje implícito que es también una prolongación, un renuevo en tierra parcialmente extraña.
Concha marina
La escritura que hallaste en el fondo del mar
sigue hablando a través de ti.
No importa cuánto hicieras para olvidarla,
sus palabras dan tumbos y más tumbos
en tu boca paralizada.
Implosión excesiva,
todo el peso del universo
contenido en sus simas
te ha dejado por único lenguaje
una sílaba inquieta.
He de añadirte a las demás,
hablantes
de una insondable resistencia.
sigue hablando a través de ti.
No importa cuánto hicieras para olvidarla,
sus palabras dan tumbos y más tumbos
en tu boca paralizada.
Implosión excesiva,
todo el peso del universo
contenido en sus simas
te ha dejado por único lenguaje
una sílaba inquieta.
He de añadirte a las demás,
hablantes
de una insondable resistencia.
Lluvia a medianoche
Una leve llovizna
envuelve la casa donde escribo
al borde de la nada.
Si todo fuera un sueño,
una vida perdida y triste
fundada en vanidades,
la lluvia se lo calla.
Como si un coche me llevara, hipnotizado,
al aeropuerto de los muertos,
enumero los nombres
de quienes han quedado atrás.
La lluvia está borrando la tierra
y sé que nada puede regresar.
Podría estar de viaje,
podría estarme quieto.
La lluvia no descansa,
monótona, intraducible,
pura elocuencia
al otro lado del lenguaje humano.
envuelve la casa donde escribo
al borde de la nada.
Si todo fuera un sueño,
una vida perdida y triste
fundada en vanidades,
la lluvia se lo calla.
Como si un coche me llevara, hipnotizado,
al aeropuerto de los muertos,
enumero los nombres
de quienes han quedado atrás.
La lluvia está borrando la tierra
y sé que nada puede regresar.
Podría estar de viaje,
podría estarme quieto.
La lluvia no descansa,
monótona, intraducible,
pura elocuencia
al otro lado del lenguaje humano.
Trad. J. D.
Disfruté mucho leyendo tu traducción de Anne Carson para Pre-Textos, Jordi.
ResponderEliminar¿Tienes en mente alguna futura traducción en esa onda? ¿Tal vez algo de Jorie Graham?
No sé si puedes revelar tus proyectos, en todo caso estaré al tanto.
Abrazos
Muchas gracias, Stalker, disfruté mucho traduciendo ese libro. No, no estoy haciendo nada de Jorie, aunque bien que me gustaría. Tengo un par de proyectos entre manos, aunque ahora no puedo anunciar nada, y acabo de entregar un trabajo bastante voluminoso del que daré noticias próximamente. Aunque nada tan rompedor como la Carson, me temo.
ResponderEliminarAbrazo, J12