sábado, enero 02, 2010

la maldición

Duda una y otra vez de las alabanzas y amabilidades ajenas. No consigue darles crédito o aceptarlas con naturalidad. Inclina la cabeza, sonríe con timidez, pronuncia unas pocas palabras nerviosas y pasa a otra cosa. ¡Cuántas veces ha realizado comentarios amables e incluso elogiosos sin convicción, cruzando los dedos a escondidas! Su hipocresía pudo ser piadosa o diplomática alguna vez, pero ha terminado por arruinarle el sabor de cualquier plato.

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