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Y Jesús Aguado firma una generosa y atenta reseña de mi edición de la poesía de William Blake en el número de enero de la revista Mercurio, el boletín mensual de la Fundación Lara. Para ilustrarla, el memorable retrato de Blake que realizó Thomas Phillips. Me ha conmovido, en especial, el comienzo de su lectura, prueba de una penetración psicológica fuera de lo común: «William Blake (1757-1827) vivía y escribía el exceso con naturalidad, seguro de que al el corazón de lo excesivo (Dios y el resto de las mayúsculas) se podía acceder usando herramientas humildes, artesanales, baratas. En esto se diferenciaba de sus contemporáneos los románticos, que por aquel entonces estaban inventándose el concepto de lo sublime para tener un pedestal desde el cual poderle hablar de tú a tú a la Inmensidad, al Yo, al Amor o a la Muerte. En esto, por otra parte, se parecía a la mayoría de los místicos (zapateros, cesteros, eremitas), de los que, sin embargo, también se distinguía en que él, cuando se encontraba cara a cara con Eso (Dios, etc.), no humillaba el rostro en señal de sumisión sino que, en un acto que no hay que calificar de arrogante porque era la inocencia absoluta el que se lo dictaba, lo mantenía bien alto y atento para no perderse detalle […]».
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Me han sorprendido tus poemas, Jordi, en especial "El visitante". La dosificación de la escena, su ritmo y ese hallazgo de la imagen del sol "con su buril de sombras" que perfila "las muescas funerarias". Muy bueno.
ResponderEliminarEl ritmo de tus poemas es dulce, sentí como que me llevaban de la mano.
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Saludos,
Ophir