Los amigos que tuvo en el colegio
pensaban que sería un hombre célebre;
de la misma opinión, vivió sin tacha,
llenando su veintena de trabajo.
«¿Y luego qué?», cantó el fantasma de Platón, «¿y luego qué?»
Todo lo que escribió fue bendecido
y más tarde llegó la recompensa,
dinero acorde a sus necesidades,
amistades que fueron para siempre.
«¿Y luego qué?», cantó el fantasma de Platón, «¿y luego qué?»
Sus más felices sueños se cumplieron,
una pequeña finca, esposa, hijos,
tierras que dan repollos y ciruelas,
ingenios y poetas a su paso.
«¿Y luego qué?», cantó el fantasma de Platón, «¿y luego qué?»
«Cumplí con mi labor –pensó ya viejo–,
fiel a mi plan; así rabien los necios,
nada me desvió de mi camino,
algo conduje hasta su perfección.»
Pero más fuerte cantó el fantasma: «¿Y luego qué?»
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Este poema de Yeats, incluido por vez primera en New Poems (1938; fue el último libro que su autor publicó en vida), es una conclusión que en realidad no concluye nada. Es también la confesión de un perpetuo insatisfecho, o de alguien para quien ningún logro vital puede nada contra la muerte, contra la terrible certeza de la muerte. Y es que pocas veces se explica que la inmensa vitalidad de la poesía última de Yeats se desprende, precisamente, de su no menos inmensa lucidez. Se habla con cierta reserva burlona de sus intereses esotéricos y de su afición a la astrología, de su gusto por rodearse de jóvenes atractivas, de la operación de Steinach a la que se sometió en 1934 para recuperar el vigor sexual, de su falta de realismo político, etcétera, pero nada de todo eso tiene mucha importancia cuando se lee la serie de «la loca Jane», por ejemplo, o poemas como «La deserción de los animales del circo», donde Yeats confiesa la impotencia de la vejez, el agotamiento de quien, tras una vida rica en deseos y experiencias, se ve obligado a recostarse como un mendigo «en esta inmunda trapería del corazón».
En última instancia, quizá lo que más me atrae de «What Then?» es el modo en que Yeats confiesa su ambición y su orgullo (mundanos pero también creativos: era perfectamente consciente del valor de su escritura), para hacerlos pasar de inmediato bajo la horca caudina de una pregunta fatídica: ¿Y qué? ¿De qué sirve nada frente al ideal, frente a la aspiración absoluta del ideal? Un absoluto cuyo reverso –cada vez más cercano, cada vez más apremiante y repulsivo– es la muerte. Como si la muerte fuera un imán capaz de hacer saltar la chispa del poema, transmitir su voltaje a las palabras.
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Un disfrute aprender de los dos en este bello post.
ResponderEliminarSaludos
Esa pregunta que suena y resuena... ¿Y luego qué? Volver, tal vez. Preciosa entrada. Un abrazo y gracias por todo.
ResponderEliminarExcelente versión, qué bien fluyen los endecasílabos. Su ritmo hace que no se echen en falta los juegos de rimas del original. Y muy interesante la nota. Supongo que en ese What Then? resuena el Nevermore de Poe, aunque el Cuervo haya encarnado en el fantasma de Platón, ese enemigo declarado de los poetas. Como dice Isabel, un disfrute doble.
ResponderEliminarSe me olvido preguntar por la imagen que has elegido para ilustrar el post, en sí misma un poema visual: ¿cuál es su procedencia?
ResponderEliminarMil gracias, Alfredo. Sobre la imagen, no sabría decirte. La encontré por azar en la red y no ha habido forma de saber su procedencia ni su autoría. Seguiré buscando, y si averiguo algo te aviso. Abrazo, J12
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