Dorothea Tanning, Casiopea
mujer
saludando a los árboles
Lo
normal es que nadie
se
dé cuenta al principio.
Me
ha dado por maravillarme
de
los árboles del parque.
Algo
puedo deciros:
son
hermosos
y
lo saben.
También
están exhaustos,
cientos
de años
atascados en el mismo lugar:
hermosos
paralíticos.
Cuando
estoy a sus pies
sienten
que los observo,
miran
cómo agito mi necia
mano,
y envidian la alegría
de
ser un blanco móvil.
Los
ociosos que pueblan los bancos
empiezan
a fijarse.
«Hay
gente para todo…»,
se
oye decir.
Muchos
tienen los ojos
perdidos
en el suelo,
como
si de verdad no hubiera nada
que
mirar, hasta que
ahí
va esa mujer
saludando
a las ramas
de
estos viejos árboles. Alzad
la
frente, amigos, mirad arriba,
puede
que veáis más
de
lo que nunca os pareció posible,
justo
ahí donde algo
la
saluda tal vez para decirle
que
ha visto lo maravilloso.
El
pasado 31 de enero, justo un día de antes de que muriera la poeta Wislawa
Szymborska, falleció en Nueva York la pintora, escultora y escritora norteamericana
Dorothea Tanning. Tenía 101 años y sólo unos meses antes había publicado en
Graywolf Press su segundo libro de poemas, Coming
to That. Un libro de una vitalidad, una frescura y un buen hacer absolutamente
excepcionales en alguien de su edad. No en vano, cuando publicó su primer
poemario, A Table of Content, en 2004 (¡a los noventa y cuatro años!), ella se autodefinió con humor como «la más
vieja de los nuevos poetas emergentes».
Foto de Peter Ross, 1998
Tanning
(nacida en 1910 en un pueblo de Illinois) conoció a Max Ernst en
1942, en Nueva York, y juntos vivieron en Estados Unidos y en Francia hasta la
muerte del pintor alemán en abril de 1976 (se habían casado oficialmente en Beverly
Hills en 1946, en una ceremonia doble en la que también contrajeron matrimonio
Man Ray y Juliet P. Browner). Aunque Tanning se había hecho ya una reputación
como ilustradora y pintora de vanguardia durante los años previos a la Segunda
Guerra mundial, las tres décadas y media que pasó con Ernst fueron decisivas
para su arte. A la muerte de Ernst, cerró su estudio en la Provenza y volvió a
Estados Unidos, donde siguió pintando y se convirtió en una de las grandes
damas de la escena artística neoyorquina. Allí, animada en gran medida por su
amistad con el poeta James Merrill, comenzó a escribir poemas. Una escritura
llena de plasticidad y sabiduría vital, teñida de humor lúcido y una
perspicacia poco frecuente para capturar atmósferas, luces y sombras, los
infinitos matices de las relaciones humanas, el diálogo entre viejos y jóvenes…
Una poesía, también, llena de inventiva formal pero siempre accesible, transparente,
capaz de hacer brillar sin raros esguinces las escamas de esos peces
escurridizos que son las palabras. Algo de esa transparencia es la que uno percibe
en los muchos retratos fotográficos que aparecen en su página web, algunos
firmados por nombres tan ilustres como Ray, Cartier-Bresson, Hans Namuth o
Sylvia Plachy, y en los que aparece siempre diez o quince años más joven, con una rara viveza
acentuada por su saber vestir, esa elegancia de ciertos artistas que se adivina innata.
La
muerte de Tanning ha pasado un poco desapercibida, al menos en Europa, y supongo
que en parte es debido al fallecimiento, apenas un día después, de la gran
Szymborska. Pero la vida de esta pintora y poeta es apasionante (la cuenta de forma
memorable en sus memorias, Between Lives)
y a mí me sigue asombrando la mera existencia de sus versos, escritos por
alguien que había rebasado los noventa años y que sin embargo mostraba el
entusiasmo y el vigor de una estudiante. Un ejemplo perfecto es este poema,
«Woman Waving to Trees», que llevaba días rondándome, pidiendo ser traducido:
tiene la mezcla perfecta de levedad (humorística), precisión y trascendencia
que caracteriza toda su obra. Tenía otro candidato (bastante obvio en estas
fechas), «No Snow», una serie de cuatro poemas breves sobre la esperanza de ver
nieve en abril después de un invierno de secano, pero al final me quedé con esta mujer
saludando a los árboles. Es un modelo, otro más, de cómo se puede hacer gran poesía,
profunda, iluminadora, a partir de una anécdota en apariencia trivial.
El
original, aquí.
Grazas por iste fermoso galano/agasallo!
ResponderEliminarGrazas por iste fermoso galano/agasallo! Darei conta dil no blog do GSG. Apertas libertarias dende a Fin da Terra.
ResponderEliminarhttp://gruposurrealistagalego.blogaliza.org/2012/08/06/un-poema-de-dorothea-tanning-version-de-jordi-doce/
ResponderEliminarBuenos días Jordi, te escribo desde Asturias, quisiera contactar contigo para pedirte permiso para publicar la traducción del poema de Dorothea Tanning "Mujer saldudando a los árboles", en una antología de poesía de los árboles. Podrías facilitarme un teléfono o mail de contacto a la dirección ign.abella@gmail.com
ResponderEliminarGracias¡¡¡
Ignacio Abella