John Collier, Lady Godiva, c. 1897
Pujé, pues se agotaron la mecha y el aceite
y yacen congelados los cauces de la sangre,
por que mi corazón descontento gozara
de bellezas fraguadas en un molde de bronce
o de aquella que emerge en mármol deslumbrante,
que emerge, pero vuelve a irse cuando nos vamos,
y es más indiferente a nuestra soledad
que cualquier espejismo. Qué viejos somos, corazón;
la belleza que vive es de los jóvenes:
no podemos rendirle su tributo de lágrimas salvajes.
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