Julieta Valero, Mitad, Madrid, Vaso Roto Ediciones, 2021, 122 páginas.
La publicación el año pasado de Niños aparte (Caballo de Troya) hizo pensar a muchos lectores de Julieta Valero (Madrid, 1971) que la sustancia narrativa de sus primeros poemarios había migrado a la prosa, configurando un relato de relatos en el que encontrábamos muchas de sus marcas temáticas y de estilo: esa lengua propia, extrañamente barroca y austera a la vez, que se interrogaba sobre los vínculos familiares y sentimentales, las vetas de la propia identidad, la fuerza de la pertenencia, el asombro de ser y estar en el mundo…
Y es que Mitad ahonda en el proceso de condensación y despojamiento que Valero ya inició en Los tres primeros años (2019), también en Vaso Roto. El decir, aquí, se ha vuelto corto y erizado, hecho de fulguraciones y transiciones rápidas, rupturas sintácticas y esos neologismos tan suyos de estirpe vallejiana. Los 104 poemas que componen el libro (dividido en tres partes más una coda: «Frontal», «Cuerperio» y «Mitad») arrancan en una clave sentenciosa («La intemperie que esto es. La casa que esto es»; «No somos de lo que queda somos / de lo perdido) que no tarda en complicarse y hacerse maleable con preguntas, apartes, la inserción de la oralidad y el uso de ciertas imágenes («Una luz en el esternón que / me pone de pie me ahoga») que no son estrictamente sinestésicas, sino el modo en que la autora busca borrar cualquier traza de dualismo, reparar la brecha cuerpo/mente y devolver la primacía al instinto, la inteligencia implícita de la sangre.
Porque no nos engañemos. Aunque esta poesía haya reducido su componente narrativo, aquí se sigue contando una historia; y la historia de Mitad es justamente el trauma de la pérdida y la separación, el duelo que sigue a la ruptura, pero también el diálogo con la hija («Una demanda de ser que / no soy yo pero sabe / mi nombre»), el aprendizaje de la maternidad y el abanico de emociones que despierta (alegría, sorpresa, culpa, incertidumbre…). Y detrás, como telón de fondo, el imán del deseo y la plenitud erótica, la búsqueda legítima de la felicidad: «no olvides que tú y yo / sabemos también prosperar hacia el cielo».
La escritura en Mitad es a la vez franca y perspicaz, cálida y desafiante. Lo exige no sólo el carácter voluble de la vida, sino también «esta distancia por recorrer» que cierra el libro con hambre de futuro. O lo que es lo mismo: sin cerrarse a nada.
Versión extensa de la reseña publicada en La Lectura de El Mundo, 14 de enero de 2022.
Contenta de volver a leerte por aquí y, también, de leer esta reseña sobre ese cuerpo elocuente: la maternidad abre muchas cajas de Pandora y tu reseña me ha incitado a leer las que ha abierto para Julieta Valero.
ResponderEliminarAbrazo amigo, Jordi.