miércoles, junio 01, 2022

cuaderno de bitácora

 

 

 

João Luís Barreto Guimarães, Nómada, traducción de José Ángel Cilleruelo, Valencia, Pre-Textos, 2022, 134 páginas.

 

 

Muy al comienzo de este nuevo libro de João Luís Barreto Guimarães (Oporto, 1967) se afirma: «elegir es excluir / excluir es entender / entender es conservar». Es una muestra del tono sentencioso que atraviesa Nómada, su segundo libro publicado en España (el primero fue Mediterráneo, que Vaso Roto nos acercó en 2018), pero es también una poética y una confesión vital, la de quien vive escindido entre el deseo de mundo y la búsqueda de sentido. Pero la paradoja solo es aparente. Si la poesía importa o tiene sentido, es porque al tomar un fragmento de ese mundo –esto es, al hacer el vacío a su alrededor– nos permite hacernos una idea de la totalidad.

 

El aire de estos poemas es ligero, nervioso, como si las dos manos bailaran por turnos sobre la página. La conjunción de versos largos y breves, el uso de apartes y aclaraciones parentéticas, el ritmo veloz de las transiciones, todo crea un efecto de torbellino (en un vaso de agua) y levedad impresionista, que la traducción de José Ángel Cilleruelo recrea con soltura. Lo dice el autor mismo con un juego de palabras: «Yo erraba por el mundo y […] cuanto más erraba más / acertado estaba».

 

Escribir poemas sobre Auschwitz corre el peligro de convertirse en una moda, pero João Luís Barreto pasa la prueba con nota. De hecho, «Los cuervos en Birkenau» es un punto álgido del libro, una viñeta a la vez delicada y precisa del campo que evoca los detalles consabidos sin que la emoción –la impresión de verdad– se resienta.

 

Esta actitud vitalista recorre los 42 poemas del conjunto (divididos en seis secciones de igual extensión) como una descarga eléctrica: el viaje es una constante –París, Ámsterdam, Grecia–, pero también los encuentros familiares, las escenas de interior, la reflexión de carácter moral sobre el arte… En el apartado quinto, la escritura se vuelve ácida, casi epigramática, lo que no siempre la beneficia. Gana, por el contrario, cuando hace del poema un «silencio que trabaja» y se deja guiar por su entusiasmo, su impulso celebratorio: «Sólo tengo que / ir donde me lleva».

 

 

Publicado originalmente en La Lectura de El Mundo, 6 de mayo de 2022.

 

 

 


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