martes, enero 13, 2009

nieve

Aún quedan restos de la nevada en las acequias y los caminos de arena y gravilla del parque. Pero lo que piso cada mañana de camino al trabajo no es nieve: una pasta dura y manchada de tierra y huellas y hojas muertas, un fósil de los copos ligeros y abundantes que nos visitaron hace días. La nieve sólo existe en realidad cuando cae, cuando acaba de caer y de posarse y es un milagro efímero que la lluvia o la helada o los pasos de los hombres no hemos arruinado aún.

5 comentarios:

  1. Tal vez por eso es un símbolo tan repetido de pureza, no por lo blanca sino por lo frágil. Por lo pronto que se estropea, sobre todo en las ciudades. O se hiela, o se derrite o se mancha y no hay nada que hacer.
    Qué texto tan limpio, como esa nieve.
    Saludos.

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  2. La verdad es que tener lectoras como vosotras lo hace todo mucho más fácil. Dicho sea sin tontería ni falsos halagos. Muchas gracias por todo, y abrigaos, que corta el frío. Besos. J12

    PD. Siempre me ha resultado curioso el odio que tenía Cernuda por la nieve: la veía como algo estéril, como un signo de muerte, y ni siquiera podía disfrutar con su dimensión estética, también de alegría un poco pueril. Hay un texto en "Ocnos" muy violento a este respecto.

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  3. Pocos placeres nos quedan como poder y saber pisar la nieve virgen. Esa alegría un poco pueril a la que te refieres. Los que vivimos en la sierra estamos tan cansados de la nieve que necesitamos que desde la capital nos la reinventéis, una vez cada mil años :-). Supongo que así se sentirían los primeros hombres en la luna, el placer de dibujar una huella. Un texto precioso Jordi. Abrazo.

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