Días en que regresas por sorpresa y no hay nada. En que vagas sin rumbo por sus salas desiertas, sus pasillos vacíos, los espacios donde aprendiste a ser feliz. Hay un raro barniz en cada cosa, como si la vida acabara de irse a toda prisa, sin tiempo para borrar sus huellas como es debido. Entra la luz por las ventanas, el aire mueve las cortinas, pero no hay nadie. Dices un nombre a gritos pero nadie responde. Una casa abandonada. Una casa que ha dejado de respirar y que yace a la intemperie, sometida al rigor y la indiferencia de los días. Te sientas en el suelo y comienzas a hablar con ese nadie.
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Me ha recordado mi vida de soltero, je, je. Pensándolo bien, no era tan mala.
ResponderEliminarUn saludo.