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En nuestro querido mundo literario, como en el mundo en general, hay dos clases de personas: los que dan, los que siempre ofrecen más de lo que uno espera o merece, y los que controlan (el contacto, el abrazo, el elogio), los que se reservan y no dicen y guardan siempre algún cálculo en la manga. Estos segundos son legión y no vale la pena nombrarlos. ¿Para qué? El mundo es suyo, están en todas partes y sus criterios de ahorro y de eficiencia saben convertir casi cualquier vínculo en una transacción económica.
Tiene uno la suerte, por el contrario, de contar con no pocos amigos entre los primeros, y uno de ellos es el poeta y novelista Álvaro Valverde, que ha tenido la gentileza y la generosidad de comentar, en público o en privado, todos mis libros desde aquel lejano y primerizo La anatomía del miedo que publiqué en 1994. Ahora lo hace con Perros en la playa, y su comentario atestigua una complicidad y una comprensión profundas de lo que guardan sus páginas. Un reconocimiento, en suma. Ha sabido entender muchas de las líneas de fuga que hacen del libro lo que es, ver sus partes integrantes y la sombra que arrojan al leerlas. Como siempre, por lo demás. Muito obrigado, Álvaro. Y no te despistes, que espero ese poema.
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Complicidad y camaradería perruna. Por si aún alguien no tenía argumentos suficientes para tener un perro en la playa, ahora puede tener, además, perros en plasencia. Todo apunta en una dirección. Ahí donde va la flecha.
ResponderEliminarLos gustos and all that.
ResponderEliminarA mí,me gusta más como me traduce Juan Malpartida.