miércoles, abril 27, 2011

yeats / who goes with fergus?

.


¿Quién irá desde ahora en el carro de Fergus
a rasgar la penumbra del recóndito bosque
y bailar en la orilla de las aguas en calma?
Alza, joven, tu frente pelirroja,
y alza, niña, tus párpados serenos,
y no penséis ya más en miedos y esperanzas.

Y no penséis ya más con esquiva mirada
en el misterio amargo del amor;
pues que Fergus gobierna las livianas carretas
y gobierna las sombras de los bosques,
y el blanco pecho del sombrío mar
y todas las errantes estrellas despeinadas.



Mañana, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, dentro de los actos de la decimoquinta Lectura Continuada del Quijote, el poeta y crítico Niall Binns y un servidor haremos una lectura bilingüe (originales y traducciones) de poemas de W. B. Yeats. Será a las nueve de la noche en la Sala Antonio Palacios (cuarta planta). Os esperamos.

.

martes, abril 26, 2011

otra vez

.
No hay remedio. Cada vez que alguien alega o lo reduce todo a una cuestión de principios, ya sé que la discusión está llegando a su final.

.

martes, abril 19, 2011

charles simic / 5 poemas en prosa

.

El mundo no se acaba esta Semana Santa, aunque nadie lo diría por la ansiedad con que esperamos estas brevísimas vacaciones. Cuatro días que saben a gloria después de un largo y muy trabajoso trimestre. También esta bitácora se toma un descanso hasta el lunes que viene. Entretanto, os dejo con cinco poemas (salen a uno por día, por si queréis racionarlos) de, esta vez sí, El mundo no se acaba [The World Doesn’t End], el libro de poemas en prosa con que el poeta norteamericano Charles Simic obtuvo el Premio Pulitzer en 1990. Espero que os gusten. Y descansad cuanto podáis, que mayo y junio se presentan peleones.



Soy el último soldado napoleónico. Han pasado casi doscientos años y sigo batiéndome en retirada de Moscú. El camino está flanqueado por abedules blancos y el barro me llega hasta las rodillas. La mujer tuerta quiere venderme una gallina, y ni siquiera tengo con qué vestirme.

Los alemanes van en una dirección; yo, en la contraria. Los rusos van por otro lado mientras se despiden. Tengo un sable de gala. Lo uso para cortarme el pelo, que tiene metro y medio de largo.





Fui secuestrado por los gitanos. Mis padres me rescataron. Luego los gitanos volvieron a secuestrarme. Esto duró un tiempo. Un minuto estaba en la caravana, mamando de la oscura teta de mi nueva madre, y al minuto siguiente estaba sentado a la mesa imperial del comedor, tomando mi desayuno con una cuchara de plata.

Era el primer día de primavera. Uno de mis dos padres cantaba en la tina; el otro pintaba un gorrión vivo con los colores de un pájaro tropical.





Es una tienda especializada en porcelana antigua. Ella va de un lado a otro con un dedo en los labios. ¡Chist! Hay que guardar silencio cuando nos acercamos a las tazas de té. Ni un suspiro junto a los azucareros. Una mota de polvo diminuta se ha posado en un platillo tan fino como una oblea. Ella deja escapar un «oh» de su boca de mochuelo. En los pies lleva zapatillas acolchadas en torno a las cuales corretean los ratones.





Ella me alisa suavemente con una plancha de vapor, o desliza su mano en mi interior como si fuera un calcetín que necesita un zurcido. El hilo que usa es como el gotear de mi sangre, pero lo punzante de la aguja es todo suyo.

«Te vas a arruinar los ojos con esa luz tan mala, Henrietta», le advierte su madre. ¡Y tiene razón! Nunca desde que empezó el mundo ha habido tan poca luz. Se sabe que nuestras tardes de invierno han durado a veces cien años.





Éramos tan pobres que tuve que hacer de cebo en la ratonera. A solas en el sótano, podía oírles moverse por el piso de arriba o dar vueltas en la cama. «Vivimos malos tiempos, tiempos oscuros», me decía el ratón mientras me mordisqueaba la oreja. Pasaron los años. Mi madre llevaba puesto un cuello de piel de gato, que acariciaba hasta que las chispas alumbraban el sótano.


.
.
.

.

lunes, abril 18, 2011

4 hormigas

.

.
Las cosas nunca están más vivas que cuando las ignora.


Supo que se había perdido porque ya sólo quedaba él.


No había frase de la que no saliera despedido a empellones, pero todos le ponderaban su elocuencia.


Las deudas en literatura también existen, sí, pero para completarnos.

domingo, abril 17, 2011

perros en plasencia

.
En nuestro querido mundo literario, como en el mundo en general, hay dos clases de personas: los que dan, los que siempre ofrecen más de lo que uno espera o merece, y los que controlan (el contacto, el abrazo, el elogio), los que se reservan y no dicen y guardan siempre algún cálculo en la manga. Estos segundos son legión y no vale la pena nombrarlos. ¿Para qué? El mundo es suyo, están en todas partes y sus criterios de ahorro y de eficiencia saben convertir casi cualquier vínculo en una transacción económica.

Tiene uno la suerte, por el contrario, de contar con no pocos amigos entre los primeros, y uno de ellos es el poeta y novelista Álvaro Valverde, que ha tenido la gentileza y la generosidad de comentar, en público o en privado, todos mis libros desde aquel lejano y primerizo La anatomía del miedo que publiqué en 1994. Ahora lo hace con Perros en la playa, y su comentario atestigua una complicidad y una comprensión profundas de lo que guardan sus páginas. Un reconocimiento, en suma. Ha sabido entender muchas de las líneas de fuga que hacen del libro lo que es, ver sus partes integrantes y la sombra que arrojan al leerlas. Como siempre, por lo demás. Muito obrigado, Álvaro. Y no te despistes, que espero ese poema.
.

miércoles, abril 13, 2011

noche de ronda

.

La copa es grande y ancha de fondo, excesiva para el pie que la sostiene. La luz de la barra brilla con fijeza detrás de los cubos de hielo y la ginebra casi helada, casi palpable. Hablas con la lucidez imprevista y falsa y convincente del alcohol, respiras tras la cortina de la música y escuchas, o finges escuchar, lo que un rostro súbitamente contraído te dice como una revelación. Y luego el mandato saludable de la decadencia, los adioses truncos, el aire de la calle que te exalta y te hace saltar olas imaginarias. Estabas por entero ahí y estaba todo claro. El alcohol borraba la grieta entre el cuerpo y su sombra, la distancia del pensamiento al acto. Y entonces ni pensar ni hacer fueron posibles, sólo un cuerpo sombrío, el crespón de la sangre saltando sobre sí misma.
.

martes, abril 12, 2011

frase

.
Los libros siguen siendo una bolsa de aire
en una barca que ha volcado.

Jeanette Winterson
.

miércoles, abril 06, 2011

ted hughes / dos leyendas

.
© Leonard Baskin


I

Negro era el sin ojo
Negra la lengua dentro
Negro era el corazón
Negro el hígado, negros los pulmones
Incapaces de llenarse de luz
Negra la sangre en su túnel sonoro
Negras las entrañas encerradas en el horno
Negros también los músculos
Luchando por salir a la luz
Negros los nervios, negro el cerebro
Con sus sepultadas visiones
Negra también el alma, el inmenso tartamudeo
Del grito que, hinchándose, era incapaz
De pronunciar su sol.


II

Negra es la húmeda cabeza de la nutria, levantada.
Negra es la roca, hundiéndose en espuma.
Negra es la hiel que yace en el lecho de sangre.

Negra es la Tierra a una pulgada del suelo,
Un huevo de negrura
Donde el sol y la luna alternan su inclemencia

Para incubar un cuervo, un arco iris negro
Inclinado en el vacío
Sobre el vacío

Pero volando




Trece años después de su primera salida en público, parece que hay visos de reeditar mi traducción de Cuervo, de Ted Hughes. Quién sabe. Por el momento, me entretengo revisando el texto que di entonces a la imprenta y me consuelo pensando, con Valéry, que los poemas (y las traducciones no son una excepción) nunca se terminan, sólo se abandonan.


Comienzo por el comienzo, pues: el díptico que abre el libro y que sigue impresionándome como el primer día con su alianza de primitivismo y guiños expresionistas. Todo muy negro, como podéis ver, el negro del germen primero, del caos original. Con Hughes no hay engaño ni medias tintas: esto es lo que ve y así nos lo hace saber desde el instante en que ponemos pie en su libro.


El original, aquí.