Son
tres y hablan a voces, salpicando el diálogo con insultos cariñosos mientras esperan
al pie de un cruce. De pronto, oímos a uno decir: «En Madrid, ahora, los
saurios se venden como caramelos». Por su mezcla perfecta de disparate y sequedad realista, la frase nos recuerda esta otra que oyó por azar un amigo poeta: «En
Madrid es más fácil conseguir un león que un enano».
BITÁCORA DE JORDI DOCE. Mis últimos poemarios son En la rueda de las apariciones. Poemas 1990-2019 (Ars Poetica, 2019) y No estábamos allí (Pre-Textos, 2016). Además de traducir la poesía de William Blake, Anne Carson, T.S. Eliot y Charles Simic, entre otros, he publicado los cuadernos Hormigas blancas y Perros en la playa, y los libros de artículos y de crítica Imán y desafío, Curvas de nivel y Las formas disconformes. He reunido mis versiones de poesía en Libro de los otros (Trea, 2018).
sábado, septiembre 29, 2012
viernes, septiembre 28, 2012
vislumbre
Sale uno con la lluvia pisándole los hombros y descubre en el arcén un par de zapatos de mujer que el agua ha terminado
de arruinar. Cuesta pensar que alguien tire unos zapatos así a la calle.
Están entre dos coches, casi ocultos, y tienen algo de pájaro que ha
quedado muerto en el asfalto, un pájaro sucio y con las alas rotas. Nunca fueron
gran cosa, esas alas, pero al menos su dueña sabía emplearlas para dejar la
tierra un instante, pasar volando.
miércoles, septiembre 26, 2012
la solución
.
A veces no queda más remedio que recordar a Brecht...
Tras la revuelta del 17 de junio,
el secretario del Sindicato de escritores
distribuyó panfletos en la Stalinallee
en los que afirmaba que el pueblo
había perdido la confianza del gobierno,
y que sólo si trabajaba
con esfuerzo redoblado
podría volver a ganarla. ¿No sería
más simple, en ese caso, que el gobierno
disolviera al pueblo
y eligiera a otro?
trad. J. D.
lunes, septiembre 24, 2012
jueves, septiembre 20, 2012
2 frases
«En
la lengua en la que se habla / peor / se miente menos» (János Pilinszky).
«Si los
muertos pudieran escribir, no tendría sentido que los vivos siguiéramos
haciéndolo» (Bernard Nöel).
domingo, septiembre 16, 2012
vladimir nabokov / el poema
El
poema
No el poema crepuscular que compones
pensando
en voz alta
con su tilo esbozado en tinta china
y cables de telégrafo sobre nubes
rosáceas;
no el espejo que está en ti y el hombro
de ella,
delicado y desnudo, brillando con luz
tenue;
no el lírico chasquido de rimas de
bolsillo…
la música menuda que da siempre la hora;
y no los pesos y monedas en esas pilas
de diarios vespertinos calados por la
lluvia;
no los cacodaimones del dolor de la carne
ni las cosas que dices mucho mejor en
prosa:
el poema que cae desde alturas ignotas…
cuando aguardas el chapoteo de la piedra
allá al fondo, y agarras como puedes la
pluma,
y entonces sobreviene la conmoción, y
entonces…
en la fronda sonora, las
palabras-leopardo,
las aves avistadas, los insectos cual hojas,
se fusionan y forman un intenso, callado,
mimético diseño de perfecto sentido.
Trad. J. D.
El original, transcrito extrañamente en
prosa, aquí.
Entre las
librerías que visité en París este pasado mes de julio no podía faltar, por
supuesto, la gran Shakespeare & Co.; no es la original de Sylvia Beach pero
se le parece bastante y, por lo demás, está muy bien surtida y atendida por un
puñado de libreros eficaces a los que no parece conmover el fetichismo algo
pegajoso de sus visitantes.
Quizá el que
más prefiero de los que compré aquel día es el volumen de Collected Poems (2012) de Vladimir Nabokov, poco más de doscientas páginas
que reúnen todos los poemas de madurez de Nabokov: no sólo el contenido íntegro
de la primera parte de Poems and Problems
(1969) (es decir, los treinta y nueve poemas que el escritor tradujo del ruso
al inglés y los catorce que escribió originalmente en inglés y que se
publicaron por lo general en la mítica revista New Yorker), sino también poemas de la etapa americana que habían
quedado inéditos y nuevos poemas «rusos» que su hijo Dmitri, auténtico experto
en la obra de su padre, con quien colaboró estrechamente, ha ido traduciendo a
lo largo de estos años. Todo un poco laberíntico, como se ve, pero nada
que turbe la coherencia del conjunto, que lleva impreso en cada página el sello
de Nabokov, esa rara mezcla de inteligencia, galanteo verbal y un afán de
trascendencia que hace todo lo posible por jugar al despiste.
Hace unas
semanas me entretuve traduciendo un par de poemas «americanos» del libro, labor
compleja porque Nabokov escribe una poesía muy hecha, muy cocinada formalmente,
con un gusto manifiesto por las rimas consonantes, los juegos de palabras y las
frases enigmáticas que a veces me hace pensar en Auden, aunque el autor de Pálido fuego es más coqueto y a la vez
más sentimental. De los dos, me gusta en especial este «El poema», publicado
por primera vez el 10 de junio de 1944 en el New Yorker y que Nabokov recogió ya en su día en Poems and Problems. Es un metapoema, por
decirlo en pedante, una poética que procede por eliminación, descartando
posibles definiciones que siempre resultan insuficientes antes de postular una
imagen final que parece la apoteosis del credo simbolista: el poema como cifra
redonda, como música intensa de «perfecto sentido» que logra encarnar la vida y
detener el tiempo. Sin embargo, esta idea aparece expresada con un lenguaje
lleno de concreción, de frescura, por momentos incluso prosaico, como si Auden hubiera
decidido musicar una letra de Paul Valéry: no en vano la idea de que «las cosas que
dices mucho mejor en prosa» no son materia de la poesía es algo que habría
suscrito cualquiera de los dos.
En español se
pierden las rimas consonantes, pero he tratado de compensar esa pérdida con
algunas asonancias y aliteraciones encargadas de tensar la malla del verso. Entiendo
que Nabokov fue trilingüe (francés, inglés y ruso) desde muy niño, pero no deja
de asombrarme que fuera capaz de escribir este poema en inglés cuando apenas
llevaba cuatro años viviendo en Estados Unidos.
viernes, septiembre 14, 2012
ecos
Ni me acordaba de estos dos poemas. Se escribieron, no sé,
hace veinte o veintiún años y acabaron formando parte de La anatomía del
miedo (1994), publicado de forma casi
clandestina por el Ayuntamiento de León. Ahora David de San Andrés (aka David
González) ha tenido la gentileza de recuperarlos en su bitácora. Gracias,
David. No puedo evitar una mueca de disgusto cuando leo muchos poemas de
aquella época, lastrados por vicios de estilo que piden a gritos una
corrección. Pero el paso del tiempo también se nota en que uno convive más
fácilmente con sus propios errores. O dicho de otra forma: leo estos poemas
como si fueran de otro. Y es que, en buena parte, lo son.
Entretanto, mi buen Elías Moro sigue con su generosa labor
de ir colgando entradas de Bestiario del nómada en su bitácora. A este paso no tardará en dar buena cuenta de todo el
libro. Su generosidad me abruma. Ahora le ha llegado el turno a la «Cebra fantasma», y me pregunto qué extrañas redes maneja Elías, que ha conseguido
atraparla sin un rasguño.
martes, septiembre 11, 2012
debajo de los mapas
Pierre Alechinsky
Ciertas
callejas o tramos de calles que, sin saberse el porqué, aparecen envueltas en
un aire sombrío, incluso maléfico, como si el tiempo de todos los días hubiera
decidido evitarlas y todo en ellas latiera sin fuerza, con esa calma helada de
los personajes de cuentos de hadas que han sido hechizados y duermen a caballo
entre dos mundos. Son espacios donde abundan los locales abandonados, que nadie
quiere, donde los portales son de otro siglo y hasta los árboles tienen un
aspecto desastrado que se trasmite a su sombra como un miasma. Es algo
inexplicable, que se acepta sin más como parte de una rutina de la que somos,
por lo común, espectadores pasivos. Todos conocemos, en nuestro barrio, esa
esquina funesta donde cada dos años se cuelga un cartel de traspaso y se
inaugura un comercio condenado antes incluso de abrir, porque todos hemos
interiorizado de manera inconsciente la maldición que lo aqueja, todos sabemos
que allí ningún negocio tiene futuro –que, por no tener, no tiene ni pasado,
pues nadie recuerda cuáles lo precedieron.
Se
trata, desde luego, de un conocimiento supersticioso, un resto de pensamiento
mágico que sigue haciendo mella en nuestras percepciones, pero la misma
intensidad o insistencia con que lo hace resulta sospechosa; es como si la
propia superficie de las calles se resistiera a ser ordenada o jerarquizada
racionalmente, como si algo de esa magia más bien antipática persistiera por
debajo de las líneas del mapa. Esto es algo que los surrealistas, tan amantes
de los cafés como de perder el rumbo por las calles de París, sabían muy bien.
Los paseos y encuentros de André Breton en Nadja,
por ejemplo, son el testimonio de un
zahorí empeñado en pulsar las fuentes de energía de la ciudad, imanes que van
asociados, para él, al ir y venir de esa mujer fatal con la que entabla una relación a medio camino entre la
fascinación y el escrúpulo. Breton creía que esta energía se vinculaba a la
antigüedad del lugar, a los estratos de historia y de vivencias que se acumulan
con el tiempo, y por eso nunca tuvo ojos (ni oídos) para Nueva York. Su rechazo
a convertirla en materia de sueño está relacionado, en el fondo, con su
negativa a hablar inglés: ciudad sin cafés ni terrazas, sin calles que pudieran
caminarse cómodamente, sin el espesor o la espesura históricos de su rival
europea, Nueva York volvía inservible la sintaxis divagante de Nadja o El amor loco, todo ese largo y delicado sondeo verbal que era una
de las marcas de la casa.
Ahora
sabemos que estos imanes bretonianos también actúan en lugares sin apenas
historia, en los barrios o calles de nuevo cuño donde se instalaron nuestros
padres. Los concibo en el extremo de una red de arterias que fluye por debajo
de la ciudad, una tela de araña cuyos hilos, si suben a la superficie, tienen
el poder de alumbrar o envilecer los lugares que tocan. Y me doy cuenta de que, en mi caso, gran parte del interés o la excitación de vivir en la ciudad
depende forzosamente de localizar y ordenar con precisión tales lugares.
lunes, septiembre 10, 2012
2 contiendas
El enemigo de su
enemigo es también su enemigo. Está orgulloso de sus odios y no admite
competidores.
Son sus elogios.
Acéptalos sin más y deja los matices para otro. Corres el riesgo de insultarle.
viernes, septiembre 07, 2012
volcanes hay en sicilia
Todos
hemos sentido alguna vez la tentación de la caída, la voz seductora de esa
brecha que rodeamos con prudencia, los ojos nublados, hasta hacernos dudar
peligrosamente sobre el caldero de nosotros mismos. Pero nadie, la verdad, ha
descrito esa grieta con la coquetería y la gracia de Emily Dickinson...
#1691
Volcanes hay en Sicilia
y también en Sudamérica
lo leo en mi Geografía –
y Volcanes más cercanos
a un solo paso de Lava
si me inclinara por darlo –
un Cráter podría ver
el Vesubio mismo en Casa
trad. J. D.
el original, aquí.
miércoles, septiembre 05, 2012
oficio de tinieblas
Cuando
empecé a escribir, me parece que lo que yo buscaba era materializar el espacio,
la profundidad de una determinada efervescencia imaginativa desbordante, algo
así como cuando se grita en la oscuridad de una caverna para medir sus
dimensiones según el eco. […]
Julien
Gracq, Leyendo, escribiendo,
traducción de Cecilia Yepes, Madrid, Edición y Talleres de Escritura Creativa
de Fuentetaja, 2005, p. 152.
domingo, septiembre 02, 2012
maribel nazco
Hace
unos meses el poeta y comisario de arte canario Isidro Hernández, hombre de
rara generosidad y uno de los manes que protegen y dan fuerza al TEA (Tenerife
Espacio de las Artes), me llamó con una de esas propuestas a las que es difícil
resistirse: escribir un poema para Metales,
la exposición que el TEA dedica actualmente a la artista canaria Maribel Nazco
y que se mantendrá abierta al público hasta el 6 de enero del año que viene. Una
muestra que recoge muchas de las esculturas en metal que Nazco realizó durante
los años setenta y que merecieron los elogios encendidos de, entre otros, el
gran Eduardo Westerdahl.
Vi
imágenes de los metales, leí a
Westerdahl y recogí el guante. Nunca he escrito poemas por encargo, pero en
este caso me pareció posible y hasta deseable: la calidad y la naturaleza de
las obras, cuya apariencia de paisajes misteriosos evoca igualmente la calidez
de cuerpos que se aman, me hechizó por completo. Como si esas planchas de cobre,
aluminio, zinc o acero sometidas a complicados procesos de erosión y oxidación
con ácidos, y también a un delicado trabajo de limpieza y pulimento, hubieran
adquirido el tacto y el volumen de dunas y arenales, o de cuerpos que se buscan
bajo la luz irreal y cegadora del sol.
Lo
dice con más claridad Isidro en el texto que acompaña el anuncio de la
exposición en la página web del TEA:
Es,
el suyo, un mundo eminentemente constructivo y abstracto, pero en el que la
alusión a la figura humana aparece en todo momento, logrando así una
reconciliación entre la forma y lo informe, entre lo figurativo y lo abstracto.
Los contornos deliberadamente curvos, sinuosos y orgánicos, sugieren,
inevitablemente, cuerpos y figuras humanas irisados de erotismo, pero también
paisajes; «paisajes corporales», para decirlo con palabras de Maud Westerdahl,
que «han tomado largos baños de luna, han flotado y nadado de noche en el
interminable río de la Vía Láctea, han rodado para pulimentarse en las vueltas
del cielo».
El
fruto de mi abordaje es este poema, «Aquí», que envié en versión manuscrita y
que Isidro ha tenido la gentileza de hacer dibujar o perfilar en la pared de la
exposición. El resultado es inmejorable, como puede apreciarse en las fotos
adjuntas. No sé aún si el poema se entiende fuera de esa pared, lejos de las
obras que animaron su escritura, pero de momento me basta con saber que ha
vivido entre ellas, a la luz que entra cada día por el gran ventanal de la
sala. No pierdo la esperanza de poder viajar a Tenerife antes del próximo día de Reyes para ver la exposición en persona (y visitar de paso a los muchos amigos que
tengo en la isla). Aunque de tanto mirar las fotos me parece que ya he estado aquí.
aquí
Es
un sol que amanece como si se pusiera.
Una
luz incompleta, la paciencia del tallo.
No
sabes dónde estás,
por
qué ruta llegaste,
pero
aquí, donde el suelo
tiembla
bajo tus pies
como
un idioma a punto de extinguirse,
la
curva del brotar y la curva del horizonte
se
confunden,
respiran
una en otra
para
limar las formas de la tierra,
los
velos y espesores de la tierra.
Aquí,
donde tus ojos son ojos que te miran
y
nada es del metal de que está hecho:
deltas,
riberas, vestigios de animales
y
cuerpos que se buscan bajo un sol ilusorio.
(con Maribel Nazco)