sábado, septiembre 29, 2012

i heard it through the grapevine

  
Son tres y hablan a voces, salpicando el diálogo con insultos cariñosos mientras esperan al pie de un cruce. De pronto, oímos a uno decir: «En Madrid, ahora, los saurios se venden como caramelos». Por su mezcla perfecta de disparate y sequedad realista, la frase nos recuerda esta otra que oyó por azar un amigo poeta: «En Madrid es más fácil conseguir un león que un enano».

viernes, septiembre 28, 2012

vislumbre


Sale uno con la lluvia pisándole los hombros y descubre en el arcén un par de zapatos de mujer que el agua ha terminado de arruinar. Cuesta pensar que alguien tire unos zapatos así a la calle. Están entre dos coches, casi ocultos, y tienen algo de pájaro que ha quedado muerto en el asfalto, un pájaro sucio y con las alas rotas. Nunca fueron gran cosa, esas alas, pero al menos su dueña sabía emplearlas para dejar la tierra un instante, pasar volando.

miércoles, septiembre 26, 2012

la solución

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A veces no queda más remedio que recordar a Brecht...



Tras la revuelta del 17 de junio,
el secretario del Sindicato de escritores
distribuyó panfletos en la Stalinallee
en los que afirmaba que el pueblo
había perdido la confianza del gobierno,
y que sólo si trabajaba
con esfuerzo redoblado
podría volver a ganarla. ¿No sería
más simple, en ese caso, que el gobierno
disolviera al pueblo
y eligiera a otro?



trad. J. D.

lunes, septiembre 24, 2012

austeridades / 1

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(pulsa sobre la imagen para aumentarla)


Dentro de poco en su librería habitual...

jueves, septiembre 20, 2012

2 frases


«En la lengua en la que se habla / peor / se miente menos» (János Pilinszky).



«Si los muertos pudieran escribir, no tendría sentido que los vivos siguiéramos haciéndolo» (Bernard Nöel).

domingo, septiembre 16, 2012

vladimir nabokov / el poema




  
El poema

No el poema crepuscular que compones pensando
en voz alta
con su tilo esbozado en tinta china
y cables de telégrafo sobre nubes rosáceas;

no el espejo que está en ti y el hombro de ella,
delicado y desnudo, brillando con luz tenue;
no el lírico chasquido de rimas de bolsillo…
la música menuda que da siempre la hora;

y no los pesos y monedas en esas pilas
de diarios vespertinos calados por la lluvia;
no los cacodaimones del dolor de la carne
ni las cosas que dices mucho mejor en prosa:

el poema que cae desde alturas ignotas…
cuando aguardas el chapoteo de la piedra
allá al fondo, y agarras como puedes la pluma,
y entonces sobreviene la conmoción, y entonces…

en la fronda sonora, las palabras-leopardo,
las aves avistadas, los insectos cual hojas,
se fusionan y forman un intenso, callado,
mimético diseño de perfecto sentido.



Trad. J. D.

El original, transcrito extrañamente en prosa, aquí.




Entre las librerías que visité en París este pasado mes de julio no podía faltar, por supuesto, la gran Shakespeare & Co.; no es la original de Sylvia Beach pero se le parece bastante y, por lo demás, está muy bien surtida y atendida por un puñado de libreros eficaces a los que no parece conmover el fetichismo algo pegajoso de sus visitantes.

Quizá el que más prefiero de los que compré aquel día es el volumen de Collected Poems (2012) de Vladimir Nabokov, poco más de doscientas páginas que reúnen todos los poemas de madurez de Nabokov: no sólo el contenido íntegro de la primera parte de Poems and Problems (1969) (es decir, los treinta y nueve poemas que el escritor tradujo del ruso al inglés y los catorce que escribió originalmente en inglés y que se publicaron por lo general en la mítica revista New Yorker), sino también poemas de la etapa americana que habían quedado inéditos y nuevos poemas «rusos» que su hijo Dmitri, auténtico experto en la obra de su padre, con quien colaboró estrechamente, ha ido traduciendo a lo largo de estos años. Todo un poco laberíntico, como se ve, pero nada que turbe la coherencia del conjunto, que lleva impreso en cada página el sello de Nabokov, esa rara mezcla de inteligencia, galanteo verbal y un afán de trascendencia que hace todo lo posible por jugar al despiste.

Hace unas semanas me entretuve traduciendo un par de poemas «americanos» del libro, labor compleja porque Nabokov escribe una poesía muy hecha, muy cocinada formalmente, con un gusto manifiesto por las rimas consonantes, los juegos de palabras y las frases enigmáticas que a veces me hace pensar en Auden, aunque el autor de Pálido fuego es más coqueto y a la vez más sentimental. De los dos, me gusta en especial este «El poema», publicado por primera vez el 10 de junio de 1944 en el New Yorker y que Nabokov recogió ya en su día en Poems and Problems. Es un metapoema, por decirlo en pedante, una poética que procede por eliminación, descartando posibles definiciones que siempre resultan insuficientes antes de postular una imagen final que parece la apoteosis del credo simbolista: el poema como cifra redonda, como música intensa de «perfecto sentido» que logra encarnar la vida y detener el tiempo. Sin embargo, esta idea aparece expresada con un lenguaje lleno de concreción, de frescura, por momentos incluso prosaico, como si Auden hubiera decidido musicar una letra de Paul Valéry: no en vano la idea de que «las cosas que dices mucho mejor en prosa» no son materia de la poesía es algo que habría suscrito cualquiera de los dos.

En español se pierden las rimas consonantes, pero he tratado de compensar esa pérdida con algunas asonancias y aliteraciones encargadas de tensar la malla del verso. Entiendo que Nabokov fue trilingüe (francés, inglés y ruso) desde muy niño, pero no deja de asombrarme que fuera capaz de escribir este poema en inglés cuando apenas llevaba cuatro años viviendo en Estados Unidos.

viernes, septiembre 14, 2012

ecos


Ni me acordaba de estos dos poemas. Se escribieron, no sé, hace veinte o veintiún años y acabaron formando parte de La anatomía del miedo (1994), publicado de forma casi clandestina por el Ayuntamiento de León. Ahora David de San Andrés (aka David González) ha tenido la gentileza de recuperarlos en su bitácora. Gracias, David. No puedo evitar una mueca de disgusto cuando leo muchos poemas de aquella época, lastrados por vicios de estilo que piden a gritos una corrección. Pero el paso del tiempo también se nota en que uno convive más fácilmente con sus propios errores. O dicho de otra forma: leo estos poemas como si fueran de otro. Y es que, en buena parte, lo son.

Entretanto, mi buen Elías Moro sigue con su generosa labor de ir colgando entradas de Bestiario del nómada en su bitácora. A este paso no tardará en dar buena cuenta de todo el libro. Su generosidad me abruma. Ahora le ha llegado el turno a la «Cebra fantasma», y me pregunto qué extrañas redes maneja Elías, que ha conseguido atraparla sin un rasguño.

martes, septiembre 11, 2012

debajo de los mapas



 Pierre Alechinsky


Ciertas callejas o tramos de calles que, sin saberse el porqué, aparecen envueltas en un aire sombrío, incluso maléfico, como si el tiempo de todos los días hubiera decidido evitarlas y todo en ellas latiera sin fuerza, con esa calma helada de los personajes de cuentos de hadas que han sido hechizados y duermen a caballo entre dos mundos. Son espacios donde abundan los locales abandonados, que nadie quiere, donde los portales son de otro siglo y hasta los árboles tienen un aspecto desastrado que se trasmite a su sombra como un miasma. Es algo inexplicable, que se acepta sin más como parte de una rutina de la que somos, por lo común, espectadores pasivos. Todos conocemos, en nuestro barrio, esa esquina funesta donde cada dos años se cuelga un cartel de traspaso y se inaugura un comercio condenado antes incluso de abrir, porque todos hemos interiorizado de manera inconsciente la maldición que lo aqueja, todos sabemos que allí ningún negocio tiene futuro –que, por no tener, no tiene ni pasado, pues nadie recuerda cuáles lo precedieron.

Se trata, desde luego, de un conocimiento supersticioso, un resto de pensamiento mágico que sigue haciendo mella en nuestras percepciones, pero la misma intensidad o insistencia con que lo hace resulta sospechosa; es como si la propia superficie de las calles se resistiera a ser ordenada o jerarquizada racionalmente, como si algo de esa magia más bien antipática persistiera por debajo de las líneas del mapa. Esto es algo que los surrealistas, tan amantes de los cafés como de perder el rumbo por las calles de París, sabían muy bien. Los paseos y encuentros de André Breton en Nadja, por ejemplo, son el testimonio de un zahorí empeñado en pulsar las fuentes de energía de la ciudad, imanes que van asociados, para él, al ir y venir de esa mujer fatal con la que entabla una relación a medio camino entre la fascinación y el escrúpulo. Breton creía que esta energía se vinculaba a la antigüedad del lugar, a los estratos de historia y de vivencias que se acumulan con el tiempo, y por eso nunca tuvo ojos (ni oídos) para Nueva York. Su rechazo a convertirla en materia de sueño está relacionado, en el fondo, con su negativa a hablar inglés: ciudad sin cafés ni terrazas, sin calles que pudieran caminarse cómodamente, sin el espesor o la espesura históricos de su rival europea, Nueva York volvía inservible la sintaxis divagante de Nadja o El amor loco, todo ese largo y delicado sondeo verbal que era una de las marcas de la casa.




Ahora sabemos que estos imanes bretonianos también actúan en lugares sin apenas historia, en los barrios o calles de nuevo cuño donde se instalaron nuestros padres. Los concibo en el extremo de una red de arterias que fluye por debajo de la ciudad, una tela de araña cuyos hilos, si suben a la superficie, tienen el poder de alumbrar o envilecer los lugares que tocan. Y me doy cuenta de que, en mi caso, gran parte del interés o la excitación de vivir en la ciudad depende forzosamente de localizar y ordenar con precisión tales lugares.

lunes, septiembre 10, 2012

2 contiendas


El enemigo de su enemigo es también su enemigo. Está orgulloso de sus odios y no admite competidores.


Son sus elogios. Acéptalos sin más y deja los matices para otro. Corres el riesgo de insultarle.

viernes, septiembre 07, 2012

volcanes hay en sicilia





Todos hemos sentido alguna vez la tentación de la caída, la voz seductora de esa brecha que rodeamos con prudencia, los ojos nublados, hasta hacernos dudar peligrosamente sobre el caldero de nosotros mismos. Pero nadie, la verdad, ha descrito esa grieta con la coquetería y la gracia de Emily Dickinson...



#1691

Volcanes hay en Sicilia
y también en Sudamérica
lo leo en mi Geografía –
y Volcanes más cercanos
a un solo paso de Lava
si me inclinara por darlo –
un Cráter podría ver
el Vesubio mismo en Casa



trad. J. D.

el original, aquí.

miércoles, septiembre 05, 2012

oficio de tinieblas





Cuando empecé a escribir, me parece que lo que yo buscaba era materializar el espacio, la profundidad de una determinada efervescencia imaginativa desbordante, algo así como cuando se grita en la oscuridad de una caverna para medir sus dimensiones según el eco. […]

Julien Gracq, Leyendo, escribiendo, traducción de Cecilia Yepes, Madrid, Edición y Talleres de Escritura Creativa de Fuentetaja, 2005, p. 152.

domingo, septiembre 02, 2012

maribel nazco





Hace unos meses el poeta y comisario de arte canario Isidro Hernández, hombre de rara generosidad y uno de los manes que protegen y dan fuerza al TEA (Tenerife Espacio de las Artes), me llamó con una de esas propuestas a las que es difícil resistirse: escribir un poema para Metales, la exposición que el TEA dedica actualmente a la artista canaria Maribel Nazco y que se mantendrá abierta al público hasta el 6 de enero del año que viene. Una muestra que recoge muchas de las esculturas en metal que Nazco realizó durante los años setenta y que merecieron los elogios encendidos de, entre otros, el gran Eduardo Westerdahl.

Vi imágenes de los metales, leí a Westerdahl y recogí el guante. Nunca he escrito poemas por encargo, pero en este caso me pareció posible y hasta deseable: la calidad y la naturaleza de las obras, cuya apariencia de paisajes misteriosos evoca igualmente la calidez de cuerpos que se aman, me hechizó por completo. Como si esas planchas de cobre, aluminio, zinc o acero sometidas a complicados procesos de erosión y oxidación con ácidos, y también a un delicado trabajo de limpieza y pulimento, hubieran adquirido el tacto y el volumen de dunas y arenales, o de cuerpos que se buscan bajo la luz irreal y cegadora del sol.

Lo dice con más claridad Isidro en el texto que acompaña el anuncio de la exposición en la página web del TEA:

Es, el suyo, un mundo eminentemente constructivo y abstracto, pero en el que la alusión a la figura humana aparece en todo momento, logrando así una reconciliación entre la forma y lo informe, entre lo figurativo y lo abstracto. Los contornos deliberadamente curvos, sinuosos y orgánicos, sugieren, inevitablemente, cuerpos y figuras humanas irisados de erotismo, pero también paisajes; «paisajes corporales», para decirlo con palabras de Maud Westerdahl, que «han tomado largos baños de luna, han flotado y nadado de noche en el interminable río de la Vía Láctea, han rodado para pulimentarse en las vueltas del cielo».

El fruto de mi abordaje es este poema, «Aquí», que envié en versión manuscrita y que Isidro ha tenido la gentileza de hacer dibujar o perfilar en la pared de la exposición. El resultado es inmejorable, como puede apreciarse en las fotos adjuntas. No sé aún si el poema se entiende fuera de esa pared, lejos de las obras que animaron su escritura, pero de momento me basta con saber que ha vivido entre ellas, a la luz que entra cada día por el gran ventanal de la sala. No pierdo la esperanza de poder viajar a Tenerife antes del próximo día de Reyes para ver la exposición en persona (y visitar de paso a los muchos amigos que tengo en la isla). Aunque de tanto mirar las fotos me parece que ya he estado aquí.





aquí

Es un sol que amanece como si se pusiera.
Una luz incompleta, la paciencia del tallo.
No sabes dónde estás,
por qué ruta llegaste,

pero aquí, donde el suelo
tiembla bajo tus pies
como un idioma a punto de extinguirse,
la curva del brotar y la curva del horizonte

se confunden,
respiran una en otra
para limar las formas de la tierra,
los velos y espesores de la tierra.

Aquí, donde tus ojos son ojos que te miran
y nada es del metal de que está hecho:
deltas, riberas, vestigios de animales
y cuerpos que se buscan bajo un sol ilusorio.


(con Maribel Nazco)













sábado, septiembre 01, 2012

reconocimiento





Las sombras de los demás eran su espejo. Tenía que salir a la calle para verse.