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Hajo Mueller |
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En aquella región a los niños que empiezan a hablar se les entrega un colgante con una piedra en la que se custodian gotas de un veneno mortal hecho a partir de su sangre. Los niños tienen prohibido indagar sobre la naturaleza de la piedra, que deben proteger de cualquier daño, y sólo cuando llegan a la pubertad se les informa sobre su contenido y sobre cómo acceder a él. Entonces la prohibición se levanta y cualquier muchacho puede, en cualquier momento, abrir la piedra y beber de ella.
No
se puede salir de casa sin el colgante. No se puede emplear para hacer daño a
otros, pues el veneno sólo afecta a su portador. No se puede vaciar a
escondidas, pues la piedra cambia de color y se agrieta hasta romperse. La
pérdida o deterioro del colgante se castiga con el destierro; es imposible no
pensar en él, no cuidarlo, ignorar u olvidar que se lleva puesto. La piedra del
veneno se convierte en la joya más preciada y los nativos no dejan de idear mil
formas de adornarla, de protegerla.
Si
alguien la emplea para matarse, se esparcen sus fragmentos sobre el cadáver. Si
alguien muere de muerte natural, es enterrado con ella sobre los labios.
4 comentarios:
Me inventaré un colgante así para mi hijo mayor, el que tiene 16 años. Tal vez le sirva de algo. O me sirva a mí, que para el caso viene a ser lo mismo...
En mi infancia, era tradicional que por la pascua florida los padrinos regalaran algo a sus ahijados. Me parece que la tradición aún se mantiene viva en Cataluña (con lo de las "monas") y acaso en algún lugar más. Este micro tuyo, tan iniciático, me ha traído a la memoria esa nostalgia de un tiempo en el que las cosas tenían otro fundamento, otra densidad, y sin duda otra esperanza.
Muy bonito y muy agradable de leer el artículo.
Pues es una buena idea el colgante.
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