Allá por 2011, poco después de la
publicación de Perros en la playa, me
encontré en una presentación con un poeta de mi quinta, un escritor al que
admiro no sólo por su obra sino por su nervio crítico, su inteligencia. Le di la
enhorabuena por su nuevo libro de poemas, que acababa de ver la luz, él esbozó
una sonrisa tímida, como solía, y acto seguido me espetó: «¿Y tú qué? ¿Cuándo
sacas algo?». Expliqué algo confusamente que Perros en la playa estaba en la calle y que yo lo veía, casi, como
un libro de poesía, que eran cinco años de trabajo y me costaba desprenderme de
él. Entonces él amplió su sonrisa y volvió a la carga: «Ya, ya, todo eso está
muy bien, ¿pero cuándo vas a sacar un libro de poemas poemas…?». Y extendió los brazos y las manos como abarcando algo de
solidez irrefutable, un objeto volante identificado o por lo menos
reglamentario. La pregunta quedó colgando en el aire, como si él mismo se
hubiera asustado un poco de hacerla. No supe qué responder. En realidad, no
recuerdo si llegué a hacerlo. La memoria se detiene ahí, en el instante de la
pregunta, convertido de pronto en instante significativo, como esos pasajes de
los cuentos de Cortázar que nos obligan a volver atrás y cambiar fatalmente el
sentido del relato.
No sé muy bien por qué cuento esto. Más
allá del lapsus de mi admirado poeta,
esa evidencia algo melancólica de que hasta las mentes más finas y entrenadas pueden
caer en las trampas del etiquetado, recuerdo bien la pregunta porque venía a
remachar mi propia inquietud al respecto. Era yo mismo el que, por mucho que
insistiera en que Perros en la playa
era un libro de poesía, sabía que no
era un libro de poemas, quiero decir, de poemas poemas, publicado en una colección al uso y presentado con una
lectura a juego. Era yo mismo el que, por mucho que insistiera –creo que con
razón y con razones– en que todo, prosa y verso, poemas y ensayos y fragmentos
y aforismos, formaba parte de un mismo proyecto de escritura, no podía evitar
contagiarme de las definiciones –forzosamente limitadoras– de los demás: lo
propio de un poeta era y es publicar libros de poemas, quiero decir, de poemas poemas. Y hacerlo de manera regular,
cumpliendo con las obligaciones de un imaginario plan quinquenal, y si es
posible con premio de por medio, que es algo que viste mucho.
Bueno, ese libro está aquí, por fin. Se titula No estábamos allí y ve la luz en la colección La Cruz del Sur de la
Editorial Pre-Textos gracias a la generosidad de sus responsables, Manuel Borrás,
Manuel Ramírez y Silvia Pratdesaba. Unos pocos poemas del libro han ido apareciendo
ocasionalmente en revistas y páginas web, así como en Nada se pierde. Poemas escogidos, la antología que publiqué el año pasado con las Prensas de la
Universidad de Zaragoza, pero sólo ahora aparecen en el marco que he creado
para ellos. Y ese marco, por cierto, incluye en cubierta un hermoso y sugerente
dibujo a tinta del pintor asturiano Melquiades Álvarez, con quien ya tuve el
privilegio de colaborar hace tiempo en su libro Caminos. El resultado es espectacular, al menos a mis ojos. Nunca
el aspecto material de un libro ha coincidido tan plenamente con la imagen
mental que tenía de él durante su preparación.
Hace algunas semanas tuve la oportunidad
de leer algunos de estos poemas, en privado, a un grupo de escritores amigos. Dije
entonces, y lo repito ahora, que el tipo de creatividad que me permitía
escribir un libro de poemas cada tres o cuatro años estaba asociada a una forma
de vivir la literatura que había terminado por hacerme daño. Era, por decirlo
en pocas palabras, una actitud contraproducente, que iba en contra de aquello
mismo que se suponía que debía ser la escritura: un aprendizaje moral e
intelectual, una forma de hacer mejor –más intensa y plena, más benéfica– la
vida. Perros en la playa, como se
dieron cuenta los pocos lectores que tuvo, fue el fruto y el testimonio de esa
puesta en cuestión. Y este libro, No
estábamos allí, es la prolongación de ese mismo impulso, de esa etapa, que
viene durando ya unos diez años.
Voy cerrando esta nota egotista, que no
tenía otro objetivo que anunciar la publicación del libro pero que ha cobrado,
ay, un peligroso aspecto de confesión no pedida. Tengo la sensación de que todo
lo que escribo es una misma sustancia verbal, la lengua de hielo de un glaciar
que va abriéndose paso muy lentamente, y que sólo el azar de la oportunidad o
de ciertas decisiones formales va creando con el tiempo, en algún margen de esa
lengua, este o aquel volumen. A mis ojos no hay mayor diferencia entre No estábamos allí y Perros en la playa o un librito de ensayo como Zona de divagar. Las clasificaciones formales o genéricas palidecen
en comparación con el peso de las propias obsesiones, de los lastres y piedras
imantadas de la imaginación, hasta de los tics verbales.
Eso sí, los poemas de este libro se
podrán al menos presentar y leer en público sin disculpas ni aclaraciones previas,
lo que no deja de ser un alivio. De momento, me permito disfrutar con el
resultado y compartirlo humildemente en esta página. Es tiempo, por breve que sea, de celebración.
10 comentarios:
Siempre es tiempo de celebración recorrer el camino que nos hemos trazado para nosotros mismos. Y siempre es tiempo de celebración compartirlo porque, más allá del "egocentrismo", cuando hemos trazado con tiempo y tiento lo que queremos y estamos orgullosos de ello, nos damos, sin etiquetas, al otro, y a nosotros mismos. Y eso no tiene precio. Me alegro infinitamente de que este sea ese libro de "poemas poemas" que querías hacer y que has hecho. Serse esa es la victoria. O eso me parece. Y eso bien vale una confidencia.
Mil gracias por tu lectura cómplice y cercana, Índigo. Diez años son mucho tiempo. Y sólo hace dos o tres años vi claro que había un libro, hecho con lentitud, casi por inercia, por agregación de materiales que tardaban mucho en sedimentar. Lo que siento ahora no es tanto orgullo cuanto satisfacción, tranquilidad. Creo que, mal que bien, el libro tiene una cierta personalidad, algo así como vida propia. Tendrá defectos y limitaciones, pero al menos no he querido forzarlo, forzar la marcha. Un abrazo fuerte J12
Enhorabuena por el parto, Jordi. Si la criatura está en la línea de los textos de PeP, o en la de los monósticos, por poner solo dos recuerdos de lectura feliz, la verdad es que se me importa una higa sí son poemas o meopas (si me permites la expresión). Aunque, eso sí, me temo que habrá que ir a la contra del título y tratar de "estar allí" para comprobarlo. Libre vuelo para el nuevo libro. Sea niño o niña.
Muy bien, Jordi. Has dado en el clavo. Se agradece esta reflexión tan iluminadora. Seguimos. Un abrazo.
Mil gracias, Alfredo y Álvaro, amigos. Alfredo, los "Monásticos" conforman (ligeramente revisados) la tercera y última sección del libro. Abrazo fuerte J12
Una introducción que,lejos de ser un acto egocéntrico,es un acto de amor.Nunca dejas indiferente a la persona que se asoma a un texto,un poema,un libro tuyo.El último que he leído, es justo el que nombras:Nada se pierde.Te aseguro,no pienso dejar de darme el placer de leer este.Te felicito,me felicito como lectora.
Mi enhorabuena y mejores deseos de su andadura.
Desde que me asomé por primera vez a este rincón no he dejado de aprender y disfrutar con las traducciones que haces de otros poetas (nunca pienso en ellos o los leo sin asociarlos contigo), así como de tus escritos, ya sean artículos o críticas, aforismos o poemas.
En cuanto publicaste esta Novedad fui a la "caza y captura del tesoro". Lo estoy disfrutando mucho.
Gracias
Felicidades por este merecido premio. Estoy muy contenta. Y me alegro mucho de que te lo hayan concedido con Olvido García Valdés formando parte del jurado.
Felicidades. Estoy muy contenta por este merecido premio. Y además con Olvido García Valdés formando parte del jurado.
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