viernes, enero 31, 2020

convalecencia


Envuelto finalmente por el sueño, he cerrado los ojos y he dejado el libro abierto sobre el vientre. Hacía años que no sentía el peso del papel en el cuerpo. Siempre dejo la lectura a un lado, en el sofá o en la mesita de noche. Esta vez he sentido con sorpresa –casi un sobresalto– el alivio protector del libro, su tibieza. Y me he puesto a dormir con perfecta placidez.

1 comentario:

ÍndigoHorizonte dijo...

Así puede ser cuando se siente la calidez y el sosiego del libro.

Abrazo.