El
minimalismo no puede ser un remedo de ascesis que ignore o haga de menos al
cuerpo, que es precisamente el lugar donde debe comenzar –donde cobra sentido–
la renuncia ascética: disciplinar sus exigencias, lidiar con sus humores y su
inmundicia, estar en la carne hasta olvidarse de ella. Ser un asceta
prescindiendo del cuerpo es algo más que hacer trampa: es, literalmente, un
ejercicio de superficialidad. El despojamiento no es un ámbito al que se llegue
por sublimación o enrarecimiento, rodeando los territorios del cuerpo grosero:
es una realidad que está al otro lado de la materia, que surge de darse de cabezazos contra ella, empezando por la propia carne y sangre.
Terquedad, insistencia: si no seguimos ese hilo de Ariadna, si no atravesamos
el laberinto hasta dar con el monstruo que (también) somos, es que no hemos
entendido nada. La renuncia nunca puede ser de antemano.
Las razones que ayudan a entender para qué sirve un traductor
-
La puerta que se ve en la foto corresponde al convento de Santo Domingo, en
Lima, Perú. Ahí es donde empezó a funcionar la Universidad Mayor de San
Marco...
Hace 44 minutos
1 comentario:
La materia es puro vacío con algunas excepciones. ¿Tiene sencillo temer a la estructura?
Un saludo.
Publicar un comentario