Eduardo
Arroyo no fue solo un espléndido pintor y dibujante, un artista en toda la
extensión de la palabra, sino un escritor más que notable. La lectura de sus
memorias, tituladas Minuta de un
testamento, me impresionó. De esa lectura, y de la frecuentación
intermitente de su obra, surgió este escrito, «Retrato del artista en el ring»,
que publiqué en su día (allá por el 2012) en la revista Minerva del Círculo de Bellas Artes. Creo que ahí se dicen cosas
sobre la obra de Arroyo que son aplicables a la creación en general, o eso me
ha parecido al releerlo. Descanse en paz.
Cuentos del hada jubilada (octogésimo quinto)
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Nada hay que deje un poso tan agridulce como la jornada de hoy. Una no se
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abult...
Hace 1 hora
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