Creo
que por regla general las grandes obras son el resultado de intenciones
modestas. La ambición no debe estar al principio, antes de la obra; ha de
crecer con la obra, que quiere ser ella misma más grande de lo que el artista
agradablemente sorprendido pretendía, ha de estar unida a ella y no al yo del
artista. No hay nada más errado que la ambición abstracta y sin objeto, la
ambición en sí, independiente de la obra, la lívida ambición del yo. Esa
ambición tiene cara de águila enferma.
Thomas Mann, «Viaje por mar con Don Quijote» (1934)
1 comentario:
Esa. Justamente esa.
Abrazo.
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