viernes, noviembre 15, 2019

quicio


Estos gorriones que picotean entre arbustos son los mismos que el año pasado. También los perros, que se renuevan cada curso sin dejar de ser idénticos. Pinos y cedros y arces y abedules son los de siempre, no se han movido de su sitio. Y así la hierba, el agua del estanque, los colores de la rosaleda… Sólo nosotros –testigos inquietos, insatisfechos, reos de una impaciencia que patina sobre la superficie de las cosas– crecemos y cambiamos, nos salimos del quicio, no coincidimos con nosotros mismos.

2 comentarios:

ÍndigoHorizonte dijo...

Quicio o el modo en que una bella palabra puede atormentar.

Abrazo

Abilio Díez dijo...

Manifiesta identidad, diría alguien con ganas de polémica. Lo más seguro es que, si ellos, pájaros y árboles, nos miran, podrán decir lo mismo de nosotros.
Es sólo producto de la conciencia. O ¿habría que decir mala conciencia?