María Victoria Atencia, Una luz imprevista. Poesía completa, ed. Rocío Badía Fumaz, Madrid, Cátedra, 2021, 562 págs.
A lo largo de todas sus diversas etapas, la poesía de María Victoria Atencia (Málaga, 1931) se mantiene admirablemente leal a un puñado de obsesiones y estrategias compositivas. Después del hiato de quince años que sigue a la aparición de sus primeros libros –en especial Arte y parte, publicado en Adonais en 1961–, que revisten de factura clásica el dibujo de una educación más sensitiva que sentimental, la publicación de Marta & María en 1976 establece las constantes de su mundo: elipsis, brevedad, reticencia emocional y preciosismo expresivo; pero también los estímulos del viaje y del arte, el diálogo sostenido con los objetos y las presencias cotidianas, la lección de equilibrio del mundo natural, las iluminaciones del sueño… También algo más, que confiere a esta poesía su coloración afectiva: el latido del tiempo, su espesor, sus pérdidas, que es también la capacidad de la autora para reconocerlas y asumir el rasgón –el hueco– que abren en el tejido de la existencia.
Una luz imprevista. Poesía completa recoge más de sesenta años de escritura, precedida por un estudio minucioso de Rocío Badía Fumaz que nos da sus claves y sigue muy de cerca su desarrollo. Inscrita por edad en la llamada generación del 50, es evidente que Atencia se siente más cómoda dialogando con ciertas vetas de la poesía novísima –cercanas al barroco y el modernismo españoles y a su gravitación sobre el grupo Cántico– y también con los poetas de los ochenta y posteriores que han asumido de manera natural, sin estridencias, la lección del culturalismo. El lugar literalmente excéntrico que ocupa (al que contribuye su gusto por las ediciones artesanales, casi invisibles) la ha convertido en una presencia seductora cuyo magisterio se renueva porque no es impuesto ni llama la atención sobre sí. Le basta con el poder irradiante de su palabra.
Dije antes modernismo, y es verdad que la omnipresencia del alejandrino en los poemarios de la década de 1970 –asociado a una estructura bimembre de dos sextetos–, que ha seguido siendo el metro preferido de Atencia, ha llevado a algunos críticos a poner el énfasis en la hechura y el acabado clásicos de sus poemas; en su elegancia, en suma. Pero más determinante que el metro –que en ella nunca ha sido una horma mecánica– es la sutileza del decir, la capacidad de la sintaxis para tomar el hilo de la frase y extenderla barrocamente, sometiéndola al ir y venir del pensamiento. Son numerosos los poemas que se componen de una sola frase que se desovilla verso a verso, apoyándose en encabalgamientos, subordinadas, repeticiones (de estructuras, de palabras, de sonidos incluso). Y esta diástole sintáctica convive con la sístole de versos rotundos, memorables y sonoros como aforismos: «una lágrima puede / comprometer el curso de las constelaciones»; «los arrebatos tienen sus regresos de frío»; «como si yo estuviera aún muerta de ti».
Todo un libro, El puente (1992), dedica María Victoria Atencia a la ciudad de Praga, en el que se incluye un homenaje al poeta Holan y su traductora española, la poeta Clara Janés. Pero otro río, el Tormes, comparece desde «el pretil romano» en un emocionante poema que habla, como al sesgo, de las injurias del tiempo: «El río, / herido en su mitad, proseguía ignorándonos».
Tan crucial como lo que se dice es aquí lo que se oculta, lo que se escamotea, en un ejercicio de condensación que ha ido haciéndose más hondo y esencial con los años. Significativo es el diálogo constante con el arte, en poemas que van más allá de la écfrasis y remiten a la vida, como lo hacen los poemas surgidos del viaje y el trato con ciudades (europeas casi siempre: Praga, Londres, Salamanca, Venecia). En todo caso, las texturas del mundo son la espuela de un impulso introspectivo que nunca se muestra complaciente ni enfático. Muy al contrario: los versos finales de muchos poemas son como una puerta abierta tras la cual la sentimos escabullirse, sabia y serena, la confirmación de su amor por el misterio y el secreto. Un secreto, el de su poesía, que este libro nos acerca en toda su singular belleza.
Publicado originalmente en La Lectura de El Mundo, 11 de marzo de 2022.
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