sábado, abril 17, 2010

mentiras piadosas

Al adolescente se le ve venir de lejos: sus gustos, sus caprichos están ahí, bien expuestos, y no hace nada para esconderlos. Lo quiere todo y no le importa –o mejor: no puede evitar– someterse a la censura o el reproche ajenos. Nosotros somos distintos sólo en apariencia. Crecemos, y al crecer adquirimos, al menos, una curiosa maestría: la de salirnos con la nuestra haciendo creer a los demás que hemos cedido, que sabemos renunciar.

2 comentarios:

José Antonio Fernández dijo...

Jaja. Muy cierto. Al igual que el algodón no engaña, tampoco engaña un niño, eso se aprende.
Saludos.

A. dijo...

Sí, has dado en el clavo; la vida no es más que un juego de apariencias y adivinaciones!