jueves, octubre 11, 2018

w. b. yeats / recuerda la belleza olvidada





Cuando te estrecho entre mis brazos
arrimo al corazón una belleza
que se extinguió del mundo hace ya mucho;
coronas enjoyadas que al huir sus ejércitos
los reyes arrojaban a lagunas sombrías;
cuentos de amor que damas soñadoras
hilvanaban con seda
en telas que ha mordido la polilla asesina;
rosas que desde siempre
las doncellas prendían a su pelo,
lirios frescos como el rocío
que las damas lucían por pasillos sagrados
donde el incienso alzaba tales nubes
que sólo Dios podía abrir los ojos:
pues aquel pecho pálido y aquella mano persistente
provienen de una tierra más sumida en el sueño,
de un tiempo más sumido en el sueño que el nuestro;
y cuando entre dos besos tú suspiras
escucho suspirar a la blanca Belleza
por la hora en que todo ha de morir como el rocío,
mas llama sobre llama, abismo sobre abismo
y trono sobre trono, sumidos en letargo,
el peso de la espada en sus férreas rodillas,
cavilan sus altivos misterios solitarios.


trad. J.D. / el original, aquí



El que algunos lectores afines se hayan acercado a esta bitácora se debe, en gran medida, a las versiones poéticas que he ido compartiendo a lo largo de los años. Así que tocaba ya retomar esa veta de mi trabajo literario, y lo hago con uno de los poemas más impúdicamente románticos y «medievalistas» de W. B. Yeats, de su libro El viento entre los juncos, publicado en 1899, en ese primer momento de plenitud artística y creativa que lo puso al frente del llamado renacimiento celta. También Yeats, como nuestro Juan Ramón Jiménez, renegó en parte de la opulencia retórica y el tono sentimental de su poesía de juventud, pero este «He remembers Forgotten Beauty» [«Recuerda la belleza olvidada»] sigue siendo un poema hermoso, capaz de encerrar (y preservar) en unos pocos versos la fuerza melancólica de su amor por Maud Gonne. Nadie escribe ya poemas semejantes, la verdad; y quizá por eso disfrutamos aún más de su lectura.

2 comentarios:

ÍndigoHorizonte dijo...

Hermosísima belleza.

Abrazo muy grande, Jordi.

Alan Grané dijo...

Bellísimo poema.