viernes, noviembre 29, 2019

pudor


Sobre el poder de la palabra. Veo en las noticias el testimonio del asesino confeso de una muchacha, un caso de gran repercusión mediática. El hombre cuenta con torpeza que él no pretendía matarla, que fue un error, que sólo quería callarla o asustarla o dejarla inconsciente –la había confundido con otra y temía ser delatado. Pero ejerció una presión desmedida con las manos en el cuello de la víctima y entonces, cuando quiso darse cuenta, ella –y aquí se detiene, titubea un instante– «… estaba… parada… inmóvil». Han pasado más de dos años desde el día del crimen, pero el hombre sigue sin ser capaz de hablar claro, de decir «muerta» en voz alta. Un síntoma de cobardía que lo delata, sí, pero también la confirmación de que ciertas palabras son un reflejo demasiado literal o preciso de nuestros actos. La lengua no es como los ojos, no puede mirar a otro lado, pero cuenta con eufemismos que le hacen el trabajo sucio. La sinonimia –lo saben bien los poetas y los abogados de la acusación– puede ser un pariente pobre y algo vergonzante de la mentira.

2 comentarios:

Abilio Díez dijo...

También la metáfora lo es, pero que no nos falte.
Abrazos.

ÍndigoHorizonte dijo...

De plena actualidad... hoy... de plena actualidad... tantas veces... desgraciadamente.

Abrazo, Jordi.