Ayer por la noche, casi a punto de
dormirme, el ruido de la lluvia en las persianas… Mediados de octubre y el agua
cae con ganas, en rachas generosas que ponen un filo de hielo en el aire. Pensé
que la escritura debía tener ese ritmo, esa soltura, llegar al cuaderno como
quien no quiere la cosa y a la vez sin reservas, insistente y pródiga, impulsando
sus frases como gotas de agua en el cristal. Me dormí con ese ritmo en la
cabeza y hoy, al despertar, tardé en salir de mi sueño, como si las aventuras
de la noche fueran la casa en cuyo techo la lluvia debía seguir repicando, incubando
palabras.
En el aula causal
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- *Profesor*: ¿Por qué y para qué estudiar, por qué es mejor aprender que
ignorar?, preguntáis ... Esta es mi respuesta:
El ser humano es el animal qu...
Hace 1 hora
2 comentarios:
La vuelta a la lluvia. La vuelta al otoño. Y a la palabra, la tuya. Ya sabes que ME ALEGRO. Mucho. Abrazo. Grande. ¡Estamos de enhorabuena!
También la lluvia me ha producido a menudo impresiones muy gratificantes, Jordi. Pero te confieso que últimamente, a la vista de cómo se multiplican, y cada vez más próximos, los desastres por riadas, tsunamis, gotas frías y restos de ciclones, cuando empieza a llover con fuerza se me pone un nudo en el estómago. Me quedo, como bálsamo, con el ímpetu de la escritura llegando al cuaderno. Puede que imágenes así, por aquella ley de la magia simpática en la que lo semejante engendra lo semejante y, una vez concebido, lo vuelve innecesario, sirvan a modo de talismán y freno. Ojalá. (Vi anoche, por purita casualidad, el «Imprescindible» de Juan Goytisolo: muy acertados, y bien expuestos, tus comentarios sobre su narrativa). Abrazo.
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