martes, marzo 31, 2020

cuaderno del encierro / 14

martes, 30 de marzo

Algunas de las cosas que haré cuando acabe la cuarentena (no necesariamente en este orden):

Ir al peluquero.

Frecuentar al sauce del Parque del Oeste en cuyo tronco, hace dos veranos, vi ascender en forma de anillos los reflejos del sol en el arroyo.

Pedir una copa de vino blanco bien frío en una terraza de las Vistillas.

Bajar a Gijón y abrazar a mi madre y ver el mar.

Dar mis clases en el Hotel Kafka y dejarme invitar por mis queridos Olga Muñoz y Juan Hermoso, que solo comparten lo mejor.

Bajar a Cádiz y visitar la Torre Tavira y ver el mar.

Saludar a la estatua del poeta Carlos Edmundo de Ory.

Saludar a las encinas y los algarrobos de la Casa de Campo.

Comprar libros. Muchos.

Descansar.

Bajar al puente del monumento a Goya y ver pasar los trenes de cercanías que van al norte atestados de viajeros.

Abrir la botella de Glenfiddich Select Cask que compré hace dos meses en el aeropuerto de Heathrow.

Darme de baja del servicio de notificaciones de Idealista.

Enmarcar una pequeña postal pintada que me envió Melquiades Álvarez la pasada primavera y que ahora preside mi escritorio.

No quejarme cuando la afluencia de gente en la oficina de correos de Martín de los Heros sea excesiva.

Echar de menos el círculo perfecto de setas que vi una mañana fresca de julio mientras volvía con Layla del Puente de los Franceses.

Visitar a Alexandra Domínguez y Juan Carlos Mestre para estudiar con ellos los ritmos sibilinos y los arcanos léxicos de Saint-John Perse.

Seguir mirando a los gatos del patio interior.

Pasar una tarde charlando con mi amigo Luis Burgos en su galería.

Dar mi taller de lectura en la librería Alberti y tomar el camino más largo para volver a casa.

Corregir mi afición al cine catastrofista.

Seguir jugando al Scrabble, manque pierda.

Seguir mirando con recelo a la policía.

Abrir, por fin, los Cuadernos de Emil Cioran.

Como el Miguelito de Mafalda, darme el gusto de quedarme un día en casa porque yo quiero, no porque me obliguen.

Volver sobre esta lista y darle al menos dos vueltas por semana.



De camino al supermercado de la calle Quintana (unos setecientos metros), he visto: tres ambulancias del SAMUR, una ambulancia privada, tres patrullas de la policía municipal (dos de ellas apostadas a la salida del pequeño túnel que va de Bailén a Irún), dos coches de la policía nacional y un furgón con todas las luces encendidas. También a dos muchachas gitanas vadeando el parque entre risas, ajenas a todo (para ellas no hay confinamiento que valga). La estridencia de sus voces. Su ropa de punto, sucia y multicolor. Y me ha parecido que hasta la lluvia –fría, desapacible– les daba un respiro y se negaba a mojarlas.

1 comentario:

ÍndigoHorizonte dijo...

Me parece una muy buena idea esta lista. Y me parece que estás empezando a "salir" del encierro. Un abrazo muy grande, querido amigo.