Con cada desengaño era más libre. No quería ligarse a mí, sino que la decepcionara lo mismo que los anteriores, como si sólo de este modo, confirmando mi falta de adecuación, pudiera confirmar su antigua libertad.
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Se diría que sólo cediendo en lo superficial, en lo accidental, puede seguir siendo firme en lo esencial. Si trasladara esa firmeza a lo exterior, a lo que apenas roza su espíritu, lo que vive adentro quedaría incontaminado, se pudriría en su soledad.
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Se vacía en aquellos que tiene alrededor, se vacía en quienes se le parecen pero son inferiores a él. Se vacía hasta ser ellos sin que ellos puedan ser él. Es su castigo, por ser mal maestro. Es su castigo, por ser malos discípulos.
3 comentarios:
Muy buenos, fundamentalmente el segundo.
Cariños!
Parecen tres apuntes tomados del natural. Sugerentes, dan que pensar. El primero dibuja bien el resistible encanto de la inmadurez. El segundo muestra el rostro del que vive muy adentro pero siente que necesita mezclarse. El tercero describe un círculo vicioso: maestro y discípulos son solo errores provisionales de la misma máscara. Muy agradable pese a su brevedad lo del miércoles. Un abrazo.
Yo veo tres historias intimistas, es lo que tienen los buenos micros, lo que imaginas al extenderlos.
Pero si el género del último fuera femenino, incluso podrían ser una sola.
Muy buenos.
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