Leo el libro de un contemporáneo tenido por cordial
y accesible, y me doy cuenta de que apenas comprendo la mitad de los poemas,
que sin embargo hablan de sucesos y escenas cotidianas y hasta banales. Es como
si tuviera miedo de llamar a las cosas por su nombre pero tampoco se decidiera
a llamarlas por un nombre de su propiedad. Su apocamiento me sorprende y me impacienta, como quien se ofrece tibiamente a invitar, y aventura incluso una mano en el
bolsillo, a sabiendas de que será otro –mira que no seas tú– quien pague la nota.
"Exploraciones de la inestabilidad autoral"
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El pasado 11 de agosto, sin firma, *Página 12* publicó una brevísima reseña
sobre *La lengua es un lugar*, uno de los libros colectivos que edita el
sello...
Hace 10 minutos
2 comentarios:
Estupenda entrada... En cuanto a ese contemporáneo, se me ocurren unos cuantos candidatos (pero yo tampoco diré ningún nombre).
Gracias, José Luis. Ya sabes, se dice el pecado pero no el pecador... Supongo que lo que me interesa es el síntoma, sus efectos...
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